“Querido Padre:
Espero que al leer esto, estés
bien…
¿Cómo has estado? Espero que
bien. Sé que no hablamos mucho… Por no decir nunca. Pero creo que hoy… necesito
escribirte unas cuantas letras, para expresar aquello que no te conté hace
mucho... mucho tiempo.
¿Sabías que tú eras mi héroe?
Jajaja. Sí, aunque no lo creas papá siempre fuiste mi héroe, nada de personajes
ficticios por televisión, héroes super perfectos de películas, caricaturas,
comics, lo que sea… Ni siquiera otra persona ajena a la familia. Siempre fuiste
tú. Fuiste mi inspiración, mi héroe, mi ejemplo a seguir.
¿Por qué?
Vamos papá. Sé que lo sabes, pero
aun así, quiero decírtelo. Porque a pesar de las tempestades, de los problemas
y de las pocas situaciones favorables que vivimos como familia, supiste
superarlas, supiste darle un sustento a tu familia, a brindarnos energía y
alegrías a mis hermanos y a mí. Supiste darle ese amor y esa comprensión y
apoyo que mamá necesitó en su embarazo.
Simplemente… Enfrentaste toda la
vida con fuerza y energías, para ayudarnos a salir adelante.
¿Quieres más motivos para ser una
persona digna de admirar? Déjame te cuento que hay más de uno para tomarte como
ejemplo.
¿Cómo lograste pasar todas esas
pruebas que la vida t dio? ¿Cómo afrontaste todo con tanta decisión y valentía?
¿No tenías miedo? ¿No tenías miedo al fracaso? ¿A la pérdida? ¿Cómo fue que
seguiste en pie, cuando todo a tú alrededor te daba más de un motivo para
derrumbarte? ¿No lloraste de desesperación, dolor, frustración y miedo?
Recuerdo aquellos momentos y solo
soy consciente de un solo recuerdo nítido como la luz del sol: A mi padre,
sentando en la mesa, pensando.
Jamás te vi llorar. Jamás vi que
gritarás o te desquitarás con mamá o con mi hermano mayor. Jamás te vi sumido
en alguna adicción. Ni te vi robar. Ni pedir limosna. Y mucho menos, te vi
causar lástima a otros. Al contrario. Día con día salías a trabajar, a
conseguir pan para nosotros, para brindarnos un mejor futuro; una mejor
educación, siempre con la frente en alto y reconociendo tus carencias actuales,
sin vergüenza sino con orgullo.
Paso el tiempo y todo mejoro. La
familia iba bien, todo estaba mejorando pensamos y tu una vez me dijiste “Por más oscuro que este el camino, siempre
habrá algo que alumbre; ya sea una lámpara, una vela; una luciérnaga o la misma
luna la que alumbre tu camino, hija.” Y son las palabras que más se
quedaron grabadas a fuego en mi mente. Y creo en ellas fervientemente.
Pero como dice un dicho muy
famoso “Después de la calma viene la tormenta”. Y así fue; mamá enfermo de
cáncer y todo empeoro para ti. Ella ya no podía hacer las mismas cosas. Tú solo
me explicabas a mí que mamá estaba enferma, pero jamás me explicaste eso. Y por
un lado lo agradezco. Porque a mis cortos seis años, no sabía que pasaba con la
enfermedad de mamá. Pero después, todo empeoró. Sus quimioterapias, o “baños”
como decías tú, no funcionaban.
Algunas veces mi hermano mayor
lloraba en silencio acostado en su cama. Y yo solo le escuchaba desde mi cama.
No entendía el por qué él lloraba así. Ni por que al ver a mamá tan cansada,
tan acabada y apagada se soltaba a llorar como crío y ella le consolaba con
notoria tristeza. Yo solo creía… Qué ella estaba muy enferma, y que pronto, con
la medicina del doctor, mejoraría…
Ah, lo siento papá, eh mojado las
hojas. Pero el recordar aquello y saber que no tenía nada de conocimiento de lo
que mamá paso, me hace sentir tan… Triste y mal; y el recordar los rostros
afligidos de mamá y de mi hermano, me ponen peor. Lo siento papá. La carta está
algo arrugada ya.
Pero regresando a lo que quiero
decirte… El día que mamá murió, no te vi llorar. Una vez más observe al hombre fuerte y decidido
que conocí en nuestros momentos difíciles. No lloraste ni te quebraste. Al
contrario, nos consolabas a mi hermano y a mí. A él no le explicabas que
pasaba, porque él ya sabía. Pero a mí… a tú pequeña hija de siete años ya; le
decías que mamá se durmió para siempre. Qué ya no regresaría y que Dios la
estaría cuidando bien. Y como consecuencia, ella nos cuidaría a todos.
Pero ¿Sabes? Ese día, vi algo en
tus ojos que me confundió.
¿Por qué papá estaba triste? Por
qué tus ojos verdes… ¿Estaban apagados? Siempre amé tus ojos papá, tus ojos de
un bello e intenso color verde esmeralda. Y lo mejor de todo, es que tenían un
brillo tan especial que era simplemente hermosos. Entonces… ¿Por qué ese día se
veían apagados? ¿Por qué no eran tan bonitos a como los recordaba?
En ese entonces, solo pensé que
extrañabas a mamá. Y nada más.
Recuerdo como los años siguientes
fueron difíciles para todos; para mi hermano, para ti, para el bebé y para mí.
Trabajabas de noche; porque en el día te hacías cargo de nosotros tres. Con la
ayuda de mi hermano cuidabas y criabas al bebé; me llevabas a la escuela, ibas
a nuestras juntas, eventos especiales y un sinfín de cosas. Tratabas de cumplir
dos papeles importantes en nuestra ahora incompleta familia: Mamá y Papá.
Algunas veces eras muy estricto,
pero otras… Eras muy bueno.
Cuando entré en la adolescencia;
lo confieso; muchas veces pensé que te odiaba. Y me arrepiento por ello como no
tienes idea. Solo por el simple hecho de que no me dejabas hacer lo que las
mamás de mis otras compañeras si las dejaban. E incluso recuerdo que el día que
tuvimos una discusión por una estúpida fiesta; te grité “Tú no eres mamá, ella
está muerta, no trates de suplirla” Lo
dije solo porque estaba molesta… No porque en verdad lo sintiera.
Ese fue el primer día en que mi
hermano me puso una mano encima. Me dio una bofetada y me dijo serio y
completamente molesto: “Jamás vuelvas a
juzgar a papá de esa forma. No sabes… Lo que él ha hecho por nosotros”. Era
adolescente, y no sabía lo que decía y hacía. No me estoy excusando, solo que;
en ese momento tenía cosas más
importantes que atender que esas (En ese entonces, mis tonterías eran
importantes).
Pero llegó el tiempo en el que mi
hermano mayor tuvo que irse. A hacer su propia vida, una vez entrado a la
universidad. Recuerdo que ese día tú te pusiste muy triste. Porque tu hijo más
grande, ya podía valerse por sí mismo y se iba a estudiar al extranjero porque
la escuela en la que estaba le había brindado esa oportunidad, que tú jamás
pudiste darle. Recuerdo que, el día de su partida, ambos se abrazaron, y él
lloró como el pequeño de once años que lloró alguna vez en su habitación cuando
mamá estaba enferma. Tú solo te limitaste a sonreír con tristeza y a cubrirlo
con tus brazos paternales. Una vez más, no vi llorar a mi padre.
¿Por qué no llorabas papá? ¿Te
costaba mucho? ¿Te daba vergüenza? ¿Desconocías lo que eran las lágrimas?
Bueno, como sea. Después de eso,
llegó el momento en el que al igual que mi
hermano mayor yo partía de la casa. Pero porque era una estúpida chica
que se dejaban llevar por el momento. Jamás me detuviste y solo te limitaste a
darme la bendición y a decir que las puertas de la casa, siempre estarían
abiertas para mí. Pensé que a lo mejor tú me estabas corriendo de casa
–literalmente- Pero entendí, muy tarde por cierto. Que tú solo me estabas dando
esa oportunidad de conocer y experimentar, aquello que solo se puede hacer por
medio de experiencias.
¿Sabes? A pesar de que aún era
una adolescente algo loca, era la mejor en la clase. En el campus todos conocía
a tu hija, ¿Sabes? Era muy lindo ser la mejor reconocida en el lugar, por
buenos estudios, dedicación y calificaciones. Y solo lo hacía para que tú
estuvieras orgulloso de mi al menos un día de tu vida.
Pero creo, que siempre lo
estuviste de nosotros.
Paso el tiempo y luego llego el
momento en el que mi hermano menor también tuvo que partir. A diferencia mía,
él era el más apegado a ti, pero al igual que con mi hermano mayor, solo le
abrazaste, le deseaste buena suerte y le dijiste que las puertas estaban
abiertas para cuando quisiera regresar.
Y te quedaste solo. En esa casa.
Con tantos recuerdos. Con tantas alegrías y tristezas. Te quedaste solo.
¿Qué pasó en tus tiempos de
soledad papá? ¿Llorabas? ¿Reías? ¿Te
sentabas en ese feo sillón a recordar el pasado? ¿Te ahogabas el licor?
¿Qué es lo que pasaba en esos
momentos por tu cabeza?
Jamás supe y jamás lo sabré.
Porque ahora, escribo estas
líneas frente a tu tumba. Sé que es muy tarde para expresar todo lo que por
años callé, pero al menos quiero sentirme un poco en paz conmigo misma. La
conciencia me remuerde terriblemente y hace que me sienta miserable día con
día.
Lo sé, es egoísta de mi parte, el
solo pensar en mí. Pero ahora, que eh escrito esto y recuerdo cada uno de los
momentos vividos a tu lado padre, sé que jamás me reprocharías nada y
entenderías mis razones.
Fuiste un buen padre. El mejor
que tuve. Y si pudiera elegir una vez más a mi familia. Sin duda los elegiría a
ustedes sin pensarlo.
Gracias por las lecciones
silenciosas que me diste.
Gracias por los consejos, las
reprimendas; las pláticas y castigos brindados.
Gracias por la paciencia, la
humildad, nobleza y bondad que nos enseñaste.
Pero gracias por sobre todo; ser
como eras: fuerte, valiente; decidido y capaz. Y también, por ser nuestro
padre.
De hija a padre, te digo en estas
líneas, que agradezco cada uno de los momentos que nos brindaste contigo. Y
espero de ante mano, que estés junto a mamá, cuidando de nosotros en donde
quiera que estén los dos.
Creo es todo. No te preocupes por
mi hermano menor. Él estará en buenas manos, lo mejor de todo, es que criaste a
dos hijos mayores de la mejor forma posible. Así que, puedes estar paz.
Saludos a mamá.
Y nos veremos pronto.
Te amo papá.”