31 de mayo de 2013

Solo dame unos minutos...

Solo dame unos minutos... No te robaré más tu tiempo...

¿Alguna vez te has puesto en los zapatos de otros?

Si, al parecer sí. Lo has dicho miles de veces, y lo has demostrado unas cuantas más.

Pero…

¿Alguna vez te has puesto en los míos?

No, jamás.

Dices “entender y comprender” mi situación. Pero, ¿Es así? ¿Realmente es así? No. No lo es.

No recuerdas cuándo fue la última vez que de verdad lo hiciste… Es más supongo que desde hace un tiempo considerable has olvidado eso. Sí, has mejorado en muchos aspectos; pero te has vuelto una mierda en otros tantos. ¿Regaños? Pft! Por favor, no sabes otra cosa más que despedazar moral y emocionalmente.  Poco a poco logro acostumbrarme a base de lágrimas y sacrificios a tus “reprimendas”

“Llorar no solucionará nada. No sirve de nada, no cambiarás el mundo llorando”

Eso me dices siempre. Y más ganas de llorar me dan.

¿Por qué? ¿Por qué lloro más cuándo tú me estás diciendo eso? Sé perfectamente que derramando lágrimas JAMAS solucionaré algo. Eso me quedó claro desde pequeña. Pero, alguna vez te has puesto a pensar que; ¿Es una forma de sacar aquello que te guardas? ¿Qué es una forma de catarsis? ¿Sabes al menos qué es eso? ¿Lo sabes? ¿Lo imaginas? ¡Claro que no! ¡Jamás te pones en el lugar de las personas que SI te apoyan! Solo andas alardeando de otras personas que comprendes e intentas ponerte en su lugar pero ¿Y aquellas que si te apoyamos? ¿Aquellas que escuchamos tus historias? ¿Tus dudas? ¿Tus miedos? ¿Qué pasa con las personas que seguimos tus pláticas porque de verdad nos interesan? ¡¿Qué pasa con ellas?!

Dices que nunca pienso en las situaciones que nos acechan día a día… ¿Te has preguntado los miles de sacrificios que eh hecho? ¿Las situaciones vergonzosas en las que luego me veo envuelta para no darte problemas? ¿Para no molestarte? Sabes las veces en las que… En las que… ¿Tengo que hacer y conseguir todo por mis propios, triste, pobres y deplorables medios? No, nunca lo has hecho, porque siempre, siempre que tienes la oportunidad me lo restriegas en la cara: “no aprecias lo que hacemos” “no valoras los sacrificios” “Aun eres inmadura” “Crees que nosotros ganamos dinero como si respiráramos” “Crees que nosotros no sufrimos” Y puedo seguir con la larga lista…

Tal vez mis palabras te son un reproche de una niña berrinchuda. Pero es el único medio por le cuál puedo sacarlas. No eh tenido la oportunidad de decírtelo a la cara, porque te pones agresivo, gritas, te enojas y quien termina despedazado en la plática soy yo, cuándo tú eres el que inicia con “¿Qué piensas tú?” y yo trato de responderte de una manera civilizada. Nunca deberías de hacerme esa pregunta… Porque sé que mis respuestas jamás te gustarán.

¿Alguna vez te has puesto a pensar en que es lo que siento cuándo me dices todo eso?

No, supongo que no. Por qué siempre me dices lo mismo “No salgas con tus estupideces” Así que, debo suponer que no; no has pensado ni en lo más mínimo de cómo me siento.

Oye, ¿Quieres saberlo?

Bueno, no me importa. De todas formas, lo diré, sé que no te importará.

Pero cada vez que me dices eso, cada vez que desvalorizas mi esfuerzo, mis capacidades, mis logros y toda y cada una de las cosas que hago, me haces sentir mal. Y no físicamente; ya quisiera yo que me produjeras dolores de cabeza, o malestares estomacales… Pero me produces dolores emocionales, que me haces dudar día con día de mis capacidades. Porque todo lo que hago está mal. ¿De verdad lo está? ¿Tan mal estoy yo? Me haces sentir que por más que me esfuerce, por más que trate de agradarte, jamás lo lograré, porque siempre habrá algo que te tenga en desacuerdo; por más mínimo que sea el detalle… Siempre habrá algo. Siempre.

Entonces dime, ¿Por qué te esfuerzas tanto en “hacerme salir adelante”?

¿Para qué? ¿Para desmoralizarme de maneras olímpicas? ¿Para sentirte fuerte ante un pobre y deplorable ser humano que puedes desmoronar en segundos? ¿Por qué? ¿Qué frustraciones tienes que las sacas conmigo?

Dices que jamás me pongo en tu lugar. Puede que tengas razón. Jamás podré pensar, comportarme y sentir cómo tú; que es lo que deseas. Pero, ¿Sabes? Muchas veces eh tomado todos los esfuerzos que has hecho con el paso de los años. Eh tenido muy en mente las cosas que has tenido que hacer, los sacrificios, las palabras, las cosas que has tenido que hacer para mantenernos a flote… Y dices que no lo aprecio. ¿Crees que no lo hago? ¿De verdad crees que no lo hago? Dime, ¿Te has puesto a pensar, cuántas veces, no te eh pedido cosas para evitarte preocupaciones y estrés? Nop. Al parecer no.

Dices que no confié en las personas, que muchos solo son para ser utilizados y poder sacar provecho de ellos. Dices que los amigos no los encuentro a la vuelta de la esquina y que a quienes considero “amigos” no lo son.

Pues deja te confió un secreto: Esas personas a las cuáles desvalorizas de manera terrible, a las cuáles has tratado mal, de las cuáles hablas pestes y dices que son mala influencia para mí; son las que más me han apoyado. Las que escuchan mis problemas y me suelen dar consejos o ánimos… Para que no te parta la madre. Esas personas que consideras malas influencias; me han hecho no hacer cosas estúpidas. Entonces, dime tú. ¿Lo son?

Algunas veces pienso que olvidaste la época de cuándo eras un crío. Cuándo tu padre y tu madre te reprendían, cuándo cometías los mismos errores que yo, e incluso puedo asegurar que has olvidado el cómo llorabas como yo lo hago de pequeño. Ahora que eres grande, tienes otras obligaciones, otras formas de pensar, “cosas más importantes que hacer” pero se te ha olvidado que de entre todas esas…

Eres ser humano.

Y que eres padre.


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