9 de mayo de 2013

Nostalgia

Hoy me subí al transporte público. Subí con lágrimas en los ojos.

El conductor me miró de forma extraña. No le dí importancia, o al menos traté de fingir que no me había dado cuenta que él me estaba viendo llorar.

Busqué el primer asiento libre. Me senté en la parte de enfrente; a dos o tres asientos lejos del conductor. Ah, me molesta sentarme en esa parte del autobús... Pero ahora la verdad me da lo mismo.

Solo quiero llorar.

Antes de que de nuevo emprenda marcha el camión, me colocó mis audífonos y pongo en "play" el reproductor de música. Las lágrimas se aglomeran con más fuerza al escuchar la canción.

"¿Puedo ser honesta? Solo quiero hablarte de como me siento en realidad... Me escondo bajo una sonrisa, bajo una mentira... Duele ser sincero."

¿Acaso la música entiende mi estado de ánimo? ¿Acaso es un suplicio en escuchar una melodía cuando tú estás por los suelos?

No... Al parecer es la única que logra comprenderme por completo en ese momento.

Enfoqué mi vista en la ventana del transporte público. El panorama se presentaba de forma borrosa ante mis ojos. Oh mierda. Estas estúpidas lágrimas no me dejaban ver a mi alrededor. Suspiré, me limpié las gotas gruesas y húmedas de agua salada y fingí de nuevo que no pasaba nada.

Pero pasaba de todo.

Un niño iba sentado frente a mi. El niño me miró sorprendido, después una mueca extraña, similar a la de compasión se dibujo en su rostro. Me sentí más mierda de lo que ya me sentía. A los pocos minutos de que el transporte reanudara su camino, un señor de la tercera edad se sentó a mi lado. Me miró, y por unos minutos titubeó en si dirigirme la palabra o no.

Fingí una vez más que no pasaba nada. Qué no lo había visto. Y me dejó en paz.

El resto del trayecto fue doloroso. Mientras las canciones tocaban y escuchaba el ritmo y la sensación de mis emociones, las lágrimas amenazaban con salir ahora acompañadas de esos gemidos de dolor y desesperación.

¿Qué podía hacer?

No podía soltarme a llorar como un crío en la vía pública.... Aunque a decir verdad, si me lo preguntan, era la primera vez en mi vida que no me importaba mucho si me veían llorar. La verdad, nada me importaba en ese entonces. Cuando llegó el momento de bajarme, los pocos pasajeros que quedaron me observaron con confusión, miedo, curiosidad y...lastima. 

Bajé lo más rápido que pude, antes de que mis ojos registraran esas muecas y mi mente las grabará a fuego. Caminé demasiado, había tomado la ruta larga para llegar a casa. La verdad no me importó. El sol calaba como el mismo calor del infierno; solo me coloqué mi chamarra y el gorro de la misma para cubrirme de la luz. El calor era insoportable, pero no más que mi dolor.

Continué caminando, con la vista baja, observando directamente el pavimento. ¿Desde cuando el color del concreto de las calles era tan triste? No lo sé... Era la primera vez que lo veía.
.
.
.

Al llegar a casa, me encerré en la habitación, no me preocupe en si el teléfono sonaba, en si mi perro me recibía feliz... Yo no estaba feliz. Así que no podía compartir la alegría de él. Le ignoré; creo que él sintió lo que yo sentí unas horas atrás. Más tarde le pediría disculpas de la manera adecuada.

Llegada la tarde, mamá vino a visitarme. Llevábamos tiempo sin vernos, para ser exactos dos años y medio. Y al verme, se quedó en silencio, en vez de abrazarme, estrujarme y decirme que me había extrañado... Solo se limitó a decir:

-¿Qué tienes hijo?
-Nada...-respondí bajando la cabeza.
-¿Qué tienes?-volvió a preguntar, ahora con un terrible nudo en la boca.
-Na-Nada...-dije en la misma posición.
-¿Estás bien?
-S-Sí...-dije llorando.- E-Estoy...

Mamá me abrazó. Me consoló lo necesario, y fue suficiente para mi el soltarme a llorar. Lloré como hacía demasiado tiempo no lo hacía, me aferré con fuerza en el pecho cálido y ahora agitado de mi madre. Mis oídos escuchaban sus intentos por no romperse a llorar y preguntarme desesperadamente que era lo que me pasaba.

Una vez me tranquilicé, alzo mi cabeza y me secó las mejillas. Me observó. Sus bellos ojos avellana me miraban ahora cristalinos, y en ellos estaba dibujado con claridad el matiz de desesperación. Sonreí forzadamente y tratando de aguantar las lágrimas. Le miré. Sonreí.

-¿Qué tienes hijo?-preguntó de forma dulce.
-Nada mamá...-contesté.-... Es de esas veces que te sientes triste.- mentí.
-A pesar de que no nos vemos todos los días, y nos hemos distanciado...-se le quebró la voz.-...Te conozco, por que eres.... mi hijo...

De nuevo nos fundimos en un abrazo. Ella me consoló como en esos momentos lo necesitaba.
.
.
.
Y ahora estoy frente al computador escribiendo con lágrimas, rememorando de forma rápida, sencilla y menos dolorosa el día de hoy. Ya es demasiado tarde, pero aún así me gustaría sacar el como me siento de verdad.

Mi perro esta acostado en mis piernas. Le pedí disculpas.... Y él me perdonó. Me gustaría que el resto fuera así conmigo. Como mi fiel y pequeño amigo, pero no se puede tener todo en esta vida.

No sé si alguien  leerá esto, y pues sinceramente no me importa si es leído o no. Yo solo quiero expresarme, quiero sacar todo lo que eh llorado, todo lo que me costo fingir que no me había pasado nada. Simplemente deseo el poder sacar la desesperación que se aloja en mi pecho en esta noche.

Mañana quizás sea otro día, en donde olvidaré por completo los sucesos del día de hoy. Mañana quizás las cosas regresen a su normalidad. Y eso me haría más feliz que nada.

Peor por ahora. Solo me lamentaré en esta Nostalgia que es lo único  que puedo sentir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario