-¿Qué
haces ahí?- Me preguntó.
-Déjame…
Solo quiero morir.- Contesté
-Ah…
¿De verdad?- Preguntó con cierta… Excitación.
-Si,
solo eso.- Afirme al borde del precipicio.
-Si
es así, entonces hazlo, yo te espero.
¿Eh?
Me quede helado ante la respuesta de aquella voz masculina. Gire mi cabeza y
teniendo el cuidado de no caer aún, le mire; y ahí estaba recargado en mi coche.
Era un chico de mi misma edad, si no es que un poco más grande, al parecer.
Cabello rojizo, con varios mechones negros en todo su cabello y las puntas de un extraño color naranja
haciendo que con el contraste de la luz del sol pareciera que tenía vida
propia. Tenía una perforación en la ceja, ojos verdes y pequeños, nariz recta y
perfecta, boca pequeña, fina y burlona; sus facciones eran delicadas, pero bien
marcadas, su físico era delgado, piel aperlada y un extraño tatuaje en el lado
izquierdo de su cuello. ¿Cómo vestía? Pantalón de mezclilla azul, tenis casual,
camisa negra y una cangurera como adorno en sus caderas, debía confesar que a
pesar de que yo era un chico era demasiado atractivo para mi vista, y algo
extravagante debía de agregar.
Olvide
por completo mi objetivo ya que el tan solo verlo era demasiado tentador e hinoptizante.
-¿No
que te querías morir?- dijo en tono burlón.
-Cállate.-
murmuré regresando en si.- ¿Quién eres?
-Esa
pregunta deberías de hacértela a ti mismo.- refutó.
Tenía
toda la razón.
¿Quién
era? ¿Qué quería? ¿Estaba feliz? ¿Satisfecho? Porque… ¿Por qué quería morir?
-No
lo sabes, no sabes que quieres… No estás feliz, ni mucho menos estás
satisfecho, y quieres morir porque crees que tu vida es patética y aburrida.
Aunque bueno, lo ultimo es cierto.- Contesto a todas mis preguntas mentales.
-¿Qué…?
Pero
no me dio más tiempo, ya que trastabillé y resbalé por aquel barranco. Solo recuerdo extender las manos en busca de
algún soporte, ver sus silueta acercarse viendo su rostro con una sonrisa
burlona mostrándome sus colmillos mientras yo caía hacía el abismo.
Antes
de quedar inconsciente lo único que logré pensar fue…
“No quiero morir”
A
mis oídos llego un extraño –y molesto- ruido; por a través de mis parpados cerrados
una incandescente luz lastimaba mis pupilas. Moví los ojos –aún cerrados- y los
abrí de golpe. Los cerré instantáneamente ya que quedé completamente
lampareado. Volví a intentarlo pero esta vez parpadeé varias veces hasta
acostumbrarme a la luz.
Miré
a mí alrededor y quedé perplejo.
¿Un
hospital?
Miré
mi cuerpo. Al parecer tenía un brazo roto y unas cuantas laceraciones en el
resto.
¿Estaba
herido? ¿Seguía vivo?
-Si,
si y si.- respondió una voz que se me hizo familiar.
Giré
mi rostro y sentando en uno de los sofás de la habitación estaba el mismo chico
de la última vez, vestido de la misma forma y con la misma sonrisa.
-¿Q-Quien
eres?
-Te
dije que esa pregunta te la tienes que hacer a ti mismo.- contestó cruzándose
de piernas.
-P-Pero…
Por
la puerta entraron algunas enfermeras, el médico y mis padres. Yo giré mi
rostro para verle, él me miro y me hizo
una seña de que guardara silencio.
-¿Estas
bien Ethán?- preguntó mi madre preocupada.
-Señora….-le
llamó una de las enfermeras.- Deje que el médico atienda a su hijo.
-Hijo…-murmuró
acongojada mientras iba siendo arrastrada a uno de los sillones que se
encontraban frente a la cama.
Mi
padre la tomó de los hombros y ambos se sentaron en el sillón contiguo donde
estaba el chico. No le prestaron atención, lo ignoraron por completo como él a
ellos. Eso fue algo raro.
-Joven,
lo voy a revisar, por favor cualquier anomalía hágala saber.- anuncio el
doctor.
Asentí
con la cabeza.
Al
parece solo tenía roto el brazo y una costilla derecha –lo más grave del caso-
muchos raspones, golpes y moretones por doquier; la caída “accidental” –como lo
maneje- fue afortunadamente ligera. Fue un milagro el que saliera vivo de
tremenda caída.
-Disculpe
doctor…-le llamé
-¿Si?
-¿Quién
es el chico que esta sentado cerca de mis padres?
La
habitación se quedo en un sepulcral y frío silencio. Las enfermeras dejaron de
sonreí y giraron su vista disimuladamente hacía mis padres, después se vieron
entre si y me sonrieron con nerviosismo, el médico miro a mis padres y los
calmo –creo- con la mirada. Ellos me miraban consternados y asustados.
-Te
dije que guardarás silencio.- advirtió. Después se echo a reír. Doblándose de
la risa.
-¿Por
qué se esta riendo?-dije algo molesto.- ¿Nadie lo ve?
-Ethán…
-¡Mamá!
¡Papá! ¡Está sentado en el sillón de a lado!- dije ya alterado.
Las
enfermeras me sostuvieron y el doctor
colocó un sedante potente que a los segundos ya estaba causando efectos en mí;
comenzando a sentirme adormilado.
-Verán…-les
dijo el médico a mis progenitores dándome la espalda.- Muchas veces, cuando se
sufre este tipo de accidentes tienen como consecuencia algunas alucinaciones…
-Yo…no…-decía
ya un poco adormilado.
-Con
el tiempo y con la ayuda de algún medicamento se le pasará.
Mi
madre asintió llorando y mi padre con el semblante serio la abrazo. Mis
parpados pesaban y comenzaba a ver borroso. Vi como el chico de cabellos rojos
se levanto de su lugar, camino hacía mí se inclino y a pocos centímetros de mi
oreja susurró:
-Solo
tú puedes verme… Ethán.
Mis
parpados cayeron y me perdí en la inconsciencia.
-Bello
durmiente…-decía una voz cantarina.- Bello durmiente… ¡Despierta!
Y
como si hubiera sido amaestrado por esa voz, abrí los ojos instantáneamente.
Está vez no quede cegado por la luz, ya que era de noche.
-¿Sigues
aquí?-fue lo primero que se me ocurrió.
-Hola,
yo estoy bien ¿Y tú? Gracias -se quedó callado y luego se carcajeo- Mejor que
tú si estoy.
-Deja
de burlarte y vete.- le ordené.
-¿Blanca
Nieves esta enojado?-dijo haciendo un extraño pero adorable puchero.- Vamos
Ethán… Dale gracias a la vida, Destino, Dios o como quieras llamarlo que sigues
con vida.
Me
quedé callado por unos segundos y después le miré. Él me observaba con sumo
interés sentado en una silla aún costado de la cama.
-¿Qué
hora es?
-Tres
de la mañana.- respondió serio.
-¿Y
mis padres?
-Durmiendo
en la sala de espera.
-¿El
doctor?
-Follándose
a una de las enfermeras.- respondió burlón, no pude evitar sentirme avergonzado
ante la respuesta de él, al ver mi expresión se soltó a reír como enfermo
mental y después de haber derramado algunas lagrimas por la risa se calmo.-
Nah~ está doblando turno y cuidando de que todo vaya bien en el piso que le
toca.
-¿Quién
eres?-pregunté.
-¿No
te cansas de hacer esa pregunta?- preguntó molesto.
Negué
con la cabeza. Él suspiró y miro al techo.
-Tengo
muchos nombres, o bueno, ustedes me ponen demasiados nombres.-comenzó.- Por
cualquiera de ellos que me llames estará bien.
-Entonces…
¿Cómo te llamas?-pregunté.
-Raum.- Contesto con tranquilidad.
-¿Q-Que
eres?- pregunté temeroso ya que jamás había escuchado ese nombre y por lo de
“tengo muchos nombres” me hizo ponerme alerta.- ¿Po-Por que solo yo puedo
verte?
Se
rio y se acomodó en la silla.
-Ethán
haces muchas preguntas…-dijo divertido mientras ponía ambos brazos detrás de su
cabeza.-… Y algunas respuestas no son gratificantes.- finalizo serio.
Me
quedé callado y miré mis manos nervioso. Algo me decía que ya no hiciera
preguntas y me conformará con lo que ya sabía, pero era una persona demasiado
curiosa –quizás un defecto mío- y la misma curiosidad me carcomía de una forma
lenta y tortuosa obligándome a hablar de más.
-Deberías
de dormir.-dijo poniéndose en pie de golpe asustándome un poco.- Con el tiempo
entenderás.
-Espera…-le
llamé.
-Descansa-ordenó,
se dio la vuelta y salió por la puerta.
.
.
.
¿Por
cuánto tiempo más iba a ser así?
-Hasta
que te mueras.- respondió.
-Cállate
imbécil, jamás pedí tu opinión.
-Heee~
Andas muy molesto hoy.- dijo lamiéndose los labios, como si eso fuera una buena señal.- Me incitas a molestarte
más.
-Piérdete.
-No
puedo.
-Púdrete.
-Lo
hago a cada rato.
-Muérete.
-Jajajaja,
pides imposibles.
-¡Desaparece
ya de mi vida!-grité lanzándole unos libros, mientas él con movimientos
gráciles los esquivaba con facilidad. Después comenzó a carcajearse.
Mis
padres subieron a toda prisa a ver que sucedía. Al abrir la puerta observaron
el desorden que arme al lanzarle los libros a Raum, al verme molesto, eufórico
y fastidiado los puso en alerta y papá salió despacio para ir por mis
medicamentos.
-Hijo…-habló
con dulzura mamá.- ¿Otra vez…?
-No
son alucinaciones, mamá.- contesté fastidiado y de pie.- No lo son…-murmuré con
impotencia.
Me
senté en la orilla de la cama y observé como Raum se sentaba en la silla de mi
escritorio, completamente divertido y sintiéndose a gusto en la situación en la
que estaba, lo fulminé con la mirada, él solo me regreso el gesto con una
sonrisa ligera. Mamá
se sentó a mi lado y comenzó a hacerme círculos en la espalda, eso me
tranquilizaba en un pasado, pero ahora me estresaba más… Eran diferentes las
cosas. Deje mis codos recargados en mis rodillas y mi cabeza mirando
completamente hacia el suelo, mientras escuchaba incesantemente el silbido de
él. A lo lejos escuche los pasos nerviosos de mi padre.
-Te
van a medicar…Pirado.
Solo
apreté la mandíbula. No quería darle la victoria. Él me miró y sonrió de lado.
“No lo lograrás” pensé.
-Claro
que si.- contesto confiando y más relajado de lo normal.- Y con mucha
facilidad.
Negué
con la cabeza.
-¿Todo
bien cariño?-preguntó mamá.
-Si…-la
miré y miré a papá que apenas había entrado a la habitación.- Hey… No necesito
de eso, y lo saben.- dije señalando con la mirada el frasco de pastillas.
-Ethán…-comenzó
papá.-…El médico dijo que solo sería por un tiempo.
-Ósea
el resto de tu vida, querido Ethán.- Añadió aquel chico lleno de cizaña.
Solo
me mordí la lengua.
-Hijo…-intervino
mamá.- recuerda que es por tu bien…
-¿Bien?-agregó
él.- ¿No te das cuenta que te están drogando? Te están cociendo el cerebro con
lentitud, y déjame decirte Ethán que está quedando bien cocido para dejar de
funcionar en un momento u otro. Ahí si quedarás completamente loco.
-No
es verdad.- murmuré.
-¿Ethán?-preguntaron
mis padres al unisón.
-Sabes
que es verdad.- contesto serio.- Creen que estás loco, si no, ¿Por qué te
medican entonces? Creen que los medicamentos harán que tu cerebro regresé a la
realidad…
-Cállate.-
murmuré fastidiado y dolido, por que era la verdad.
-Et-Ethán…-hablaron
mis padres preocupados, pero les ignoré.
-…Creen
que quedaste mal por tu “pequeño accidente” –hizo comillas en el aire.- Aunque
tu y yo sabemos que eso fue un intento de suicidio.- coloco sus dedos pulgar e
índice en su barbilla pensando.- ¿Cierto?
-¡Eh
dicho que te calles de una buena vez!-dije gritando, poniéndome de pie y
mirándolo a los ojos.
-¡Ethán!
Papá
salto sobre mi, mamá tomó las pastillas y entre ambos trataron de inmovilizarme
tumbándome a la cama. Lagrimas de rabia, odio y decepción caían por mis
mejillas. Ambos me veían con expresión triste.
-Lo
siento.- murmuró ella con lágrimas en los ojos.
Papá
me inmovilizó de piernas y brazos mientras ella se sentaba sobre mi pecho y con
una mano me tomaba el rostro con fuerza y decisión, metió dos dedos con la
pastilla azul que odiaba tanto. Sentí como en mi garganta comenzaba a atorarse
esa cosa. Y mi vista periférica solo podía ver a un molesto e inconforme Raum.
No tuve más opción que tragarla o moriría ahogado por eso.
-Eres
tan idiota…-murmuró molesto saliendo de la habitación.
Cuando
el efecto de la medicina comenzó a hacer su efecto mis padres me soltaron con
alivio sentándose en el suelo y comenzando a llorar en silencio –o un pobre
intento de ello- Me pedían perdón constantemente.
-hijo…Lo
hacemos por tu bien –decía mama ahogada en sus lagrimas. Papá
solo la abrazo y ella lloraba con más fuerza.
-Te
queremos- dijo él.- Por eso lo hacemos.
-Q-Quiero
dormir…-dije haciéndome ovillo y pegándome a la pared.- solo…Déjenme solo.
Ellos
se pusieron de pie y salieron de la habitación, yo solo cerré los ojos y
comencé a pensar antes de quedar dormido por la pastilla.
Raum
tenía razón, aunque claro está que jamás lo aceptaría frente a él. Mis padres
me tachaban de loco y aquellas “alucinaciones” no eran nada más que síntomas de
esquizofrenia –según el doctor- comencé a sentir el cuerpo pesado y atrofiado.
Aquella pastilla solo era para hacerme dormir y así evitarles problemas y
vergüenzas a mis padres.
Habían
pasado alguno meses desde que me dieron de alta, mi brazo y costilla habían
mejorado y de hecho hubo un tiempo en el que Raum desapareció y yo me sentí
aliviado porque entonces, creí que el médico tenía razón, pero después unas
semanas de mi alta del hospital él regreso; comenzando a fastidiarme la vida, y
provocando las peleas que tenías comenzando a preocupar a mis padres. Fue
entonces cuando ellos acudieron al médico y él les contó de una posible
esquizofrenia. Tenía miles de preguntas; pero aún había una pegunta mucho más
importante.
¿Quién
o qué era Raum?
Porque
estaba más que claro, que humano, no era.
Esa
era una muy, muy buena pregunta, por que lo poco que sabía de él –durante este
tiempo- era que solo yo -y lo más
extraño- podía verlo. Estaba más que claro que él leía mis pensamientos, era
sarcástico y burlón y tenía un extraño sentido del humor haciéndome molestar a
cada momento.
Al
principio y solo por querer agarrarme de algo creíble apoye la teoría de que
eran alucinaciones mías –cuando él regreso- pero al momento de que podía
tocarlo, olerlo, sentirlo, escucharlo y
ver como él interactuaba con mi mundo hizo que mi perspectiva cambiará y creyera
que él era real.
Entonces
¿Por qué solo yo le veía?
*
* * *
-Despierta…-decían
a lo lejos.- Despierta…
-Déjame.
-No,
sabes que jamás lo haré, además ¿Qué es eso? –dijo cruzándose de brazos- Aún
que te despierto, eres un malagradecido Ethán.
-Para
desgracia mía, seguirás aquí fastidiándome.- dije colocando una almohada en mi
cabeza.
-Y
fortuna mía.
-Imbécil.
-Poca
cosa sin autoestima.
Suspiré,
había perdido la cuenta del tiempo que él llevaba conmigo, la perdí cuando
pasaron los tres meses; creo que ya era medio año –o un poco más- el que
llevaba con él. Creo que el “tratamiento” que el médico me dio, a final de
cuentas si me estaba dejando loco.
Estaba
más delgado de lo normal, ojeroso, cansado sin ninguna razón, dolores de
espalda, me deprimía sin ningún motivo o me ponía energúmeno, parecía más un muerto
en vida. El doctor había dicho –en mi última visita- que esos podían ser consecuencias
secundarias del tratamiento.
-Es
mentira.- dijo él sacándome de mis pensamientos.
-Tú
que sabes.- dije dejando de verme en el espejo del baño.
-Más
que tú si, claro está.- contesto cruzándose de brazos.
Solo
rodé los ojos.
Había
veces que ya no asistía a la universidad por que los dolores de espalda me
impedían levantarme de la cama, para eso también comenzaron a medicarme; y
otras tantas: el cansancio era tal que me desmayaba o mi presión arterial y
otras situaciones comenzaban a estar fuera de lo normal. Tan mal me ponía que
algunas situaciones Raum se burlaba de mí y otras tantas solo se quedaba en
silencio.
-Pensé
que eras más fuerte- dijo recargado en el marco del baño; está era una de esas
veces en las que se burlaba- Mírate; estás delgado, ojeroso, no comes, tus ojos
estas hundidos y te están empastillando cada vez más.
-Gracias-
dije si ánimos.
-Das
pena amigo.- finalizó.
Le
ignoré y me senté en la silla del escritorio, prendí la portátil y decidí vagar
un rato por internet, ya que hoy era uno de los tantos días que ya no iba a la
escuela. Él solo se acostó en la cama y miró el techo ignorándome
olímpicamente. Yo por mi cuenta me coloqué mis audífonos y también decidí
pagarle con la misma moneda: la ignorancia. Comencé con trivialidades en la red
y conforme pasaba el tiempo me adentraba en temas diferentes a los pasados.
Solo fui consciente de la presencia de mamá entrando a mi habitación y dejando
una bandeja con comida en la parte derecha de mi escritorio. Cuando me dio
curiosidad voltear a ver, tomé el vaso de agua de guayaba y leí la nota que
dejo con la comida.
“Vamos
a salir tu padre y yo, regresaremos por entrada la madrugada. Come por favor.
Te
queremos”
Le
di un pequeño sorbo al vaso y una mirada al emparedado de atún que me había
preparado. Le di una mordida e intenté saborearla, ninguno de los dos tenía
sabor para mí. Genial.
Raum
por su lado, soltó una risilla burlona. Le ignoré, hasta le divertía el hecho
de que mi comida me supiera insípida.
Regresé
a la portátil y me encerré de nuevo en mi mundo con la música como mi fiel
compañera, seguía vagando y comenzaba a aburrirme hasta que me topé con un tema
que curiosamente llamo mi atención “demonios
o espíritus que siguen a los seres humanos” Entré a las paginas que
hablaban sobre dicho tema y comencé a leer con exagerada curiosidad aquel tema
y por extraño que pareciera –o no- comencé a relacionar el tema con el inquilino
molesto que tenía. Giré mi rostro, me quité los audífonos y le miré.
-Sé
que soy atractivo y que te sientes impresionado por mi belleza, pero si me
sigues mirando, me acabaré.- dijo mirando aun el techo con sus brazos en la
parte de atrás de su cabeza.
-Raum…-
le llamé con seriedad ignorando la “broma” que había hecho.
Me
ignoró.
-Imbécil.-
le llamé, pero al parecer el techo se convirtió en una atracción interesante
para él.
Suspiré
y regresé a mi lectura suspendida; y hubo varios puntos que me hicieron pensar.
“Por lo regular son
espíritus que siguen a los seres humanos por varias razones, algunas por que se
les ha invocado de una forma consciente o inconsciente; estos entes no
necesariamente tienen que ser de origen demoniaco o angelical, si… Porqué aun
que no lo crean los ángeles también persiguen a los humanos. Verán, nosotros
los humanos somos una de las cosas más preciadas por la creación de un Ser
supremo (llámenle como quieran) y al ser tan valiosos eso despierta la
curiosidad en ellos. Muchas de las razones por las que un espíritu, ente,
demonio o ángel siguen a los humanos es por el tipo de luz que emana su ser
(Recuerden que somos seres de luz) la esencia del mismo ser, por como dije hace
poco invocarles queramos o no (recuerden que ellos acuden a cualquier tipo de
llamado) y puede ser también la posibilidad de que aquel involucrado haya
realizado un viaje astral y haya dejado alguna puerta abierta…”
-Raum…
¿Eres un demonio?-dije mientras me quitaba los audífonos.
El
ambiente, por muy extraño que pareciera cambio abruptamente. De estar fresco y tranquilo,
comenzó a hacer calor y comencé a sentirme ansioso y algo preocupado. Él se
sentó con tranquilidad y se recargó en la pared.
-¿Por
qué dices eso?- me miro con sus ojos verdes.
-Bueno…-dije
girando la silla para verle a él y a la pantalla de la portátil.- Es que hay
unos temas en internet que describen ciertas situaciones de personas en especial y pues…
-Pues…
-Se
parecen mucho a lo que me pasa…contigo.
-No
siempre creas lo que ves en internet.- dijo serio. Después comenzó a negar con
la cabeza y sonrió de lado.- Ethán… Ustedes los humanos son tan divertidos… Qué
eso los hace interesantes.
-Entonces…
¿Lo eres?-pregunté.
-Demonio,
ente, ser, energía mala o buena, fantasma, espíritu, como quieras llamarlo.- se
encogió de hombro.- Lo soy.
No
me sorprendí, por que en el fondo al parecer ya tenía una ligera idea de lo que
él era. Me miro y le mire ambos nos quedamos en un silencio incómodo sin saber
que hacer, yo esperando a que él hablará y él esperando a que lo olvidará.
-¿Qué?
-¿No
me lo dirás?
-¿Tengo
que?
-Es
lo menos que merezco.
-Eres
un simple humano.- dijo con cierto tono de desprecio.
-Pero
estas acosándome día y noche.
-Buen
punto.
-Dime.
-¿El
que?
-No
te hagas idiota.
-El
idiota eres tú.
Me
estaba sacando de mis casillas. Aquel… ser, le encantaba verme molesto. Cerré
los ojos y suspiré, traté de calmar mi respiración ya que esta se había vuelto
superficial. Escuche su risa y le fulmine con la mirada.
-¿Sabes
por qué te hago enojar?-preguntó relajado.
-Ni
idea.- conteste con ironía.
-Por
que así tus defensas bajan- se rio al ver mi cara de incredulidad.- Al estar
indefenso anímica, y físicamente me es más fácil poder alimentarme de ti.
-¿Te
qué?-dije incrédulo.
-Me
alimento de ti; ¿Acaso no leíste eso? Si eres idiota Ethán.- negó con la
cabeza.
-¿Por
eso mi cansancio?-asintió- ¿Y los dolores de espalda y de cabeza?- Afirmó una
vez más.
Le
miré molesto. A ese bastardo quería matarlo con mis manos.
-Inténtalo,
pero sabes que no se puede, digamos que en plano terrenal ya lo estoy.
Se
rio en frente de mi como diciéndome “por más que intentes no podrás deshacerte
de mi” mi mente comenzó a trabajar de una forma inverosímil y llegó a miles de
hipótesis pero todas fueron desechadas con la misma rapidez con la que llegaban
hasta que me detuve en una… ¿Sería posible que…?
-Y
aunque así fuera, no moriría ni desapareceré.- contesto a mi pregunta no
formulada.- Verás solo estoy contigo por el tipo de “energía”-hizo comillas-
que tienes, ya que es un gran manjar para los de mi especie.-hizo un pequeño
silencio y agrego.- A pesar de los serios problemas existenciales que tienes;
pero eso para mi es un plus, ya que lo tomo como diversión, así que no me
afecta ni en lo más mínimo el que tu mueras o no. Suspiré
cansado. Cerré la portátil. Tome mi reproductor de música y los inseparables
audífonos. No quería estar cerca de él.
-¿A
dónde vas?
-A
perderme de tu vista.
Solo
bufó. Tomé una chamarra con gorro y salí de la casa dando un fuerte portazo.
Afuera
el clima era demasiado agradable y me
relajaba hasta cierto punto. La noche estaba apunto de caer y el crepúsculo del
día era poco notorio por las nubes grises que se acumulaban en el cielo, por el
viento gélido y la ligera llovizna que había comenzando a caer. Camine sin
rumbo por las solitarias calles del
vecindario hasta que terminé en el parque cercano a mi casa.
Me
senté en una de las bancas y miré el cielo.
¿Cómo
me había atado a una cosa así?
¿Qué
fue lo que hice para que él me siguiera?
¿Mi
intento de suicidio?
Suspiré
cansado. Muy cansado.
En
que lío me había metido…
-Algunos
pensamientos, palabras o deseos se pueden hacer realidad.- se oyó la voz de él
por encima de la música que me brindaban los audífonos.
Miré
a todos lados y él estaba recargado bajo un árbol, con un pantalón de vestir
negro, zapatos negros y bien lustrados y una gabardina gris que le tapaba de la
pantorrilla hasta el cuello; su cabello se movía con el viento haciéndolo ver
mucho más impresionante. Me miró y sonrió socarrón, me molestaba esa actitud de
él. Camino tranquilo hacía mí con las manos en los bolsillos y a unos metros de
mí, dos niños se le quedaron viendo fijamente.
-¿Qué
ven?-preguntó intimidante.
-N-Nada…Señor…-y
ambos salieron corriendo.
-¿Por
qué te pueden ver?-pregunté quitándome ambos audífonos.
-Son
niños.- dijo como si fuera lo más obvio.- Los niños perciben lo que los adultos
se niegan a ver.
-Ah…
Nos
quedamos callados, hasta que las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer.
-Una
vez tu deseaste, en uno de tus momentos depresivos y en los que pensabas con
mayor lucidez…- inicio siendo empapado por las gotas gruesas y frías de
lluvia.- Que querías que algo fuera de lo común pasará en tu aburrida y
patética vida. Yo te escuche en ese entones por casualidad. Te observe por
cierto tiempo y llegó un punto en el que me obsesione contigo; después de
conocerte y vigilarte descubrí el tipo de energía que emanabas y al probarla
quede atado a ti.
-¿Algo
así como amor?-pregunté.
-Si
tu lo ves de esa forma, si. Pero para mi solo es comida.
Tenía
razón, yo había hecho ese estúpido deseo con todas las fuerzas que tenía en ese
entonces lo deseé con tal intensidad que jamás creí que se fuera a realiza y
menos que “este” tipo de cosas me sucedieran.
-Pues
pasó.- contesto.
-¿Hasta
cuando te vas a quedar?
-Hasta
que mueras o en su defecto me aburra de ti, pero sucederá primero lo otro.
-¿Tú
decides eso?
-Si
se me pega la gana si.
Me
levanté molesto. Ambos ya estábamos más que empapados por la lluvia, le miré
furioso y él me regreso una mirada tranquila.
-Tu
no decides eso.- dije alzando la voz para que me escuchara por encima del ruido
del agua.
-Claro
que si.- contesto serio y agrego.- ¿Quién crees que impidió que murieras hecho
pedazos en el barranco?
Me
giré y le ignoré. Le iba a demostrar a ese desgraciado que él no tenía control
sobre mi vida, que yo en cualquier momento podía decidir si morir o no. Comencé
a correr y escuche a lo lejos el grito de él.
-¡Ethán!
-¡Déjame!
La
lluvia nublaba mi vista, así que no veía por donde corría, el suelo era
resbaloso, por lo que en consecuencia podía caer, y no me equivoque, varías
veces caí al suelo pegándome en el pecho y pate del rostro. Me levantaba aun
más molesto y seguía corriendo sin dirección y sin poder ubicarme
correctamente. Tenía planeado suicidarme, pero el destino se me adelanto.
Tropecé –una vez más- y resbale cayendo directamente pecho abajo a la mitad de
la calle con un tobillo lastimado. A lo lejos observé las luces delanteras de
un camión de carga pesada.
Cerré
los ojos y sonreí con victoria. Solo esperaría el golpe y seria el final de
todo.
Pero
jamás llego.
Al
abrir mis ojos me encontré sentado en la acera y a mi lado estaba un Raum
completamente molesto, fulminándome con su mirada verde.
-Morirás
cuando yo quiera –señalo.
-Yo
jamás te pedí que decidieras eso por mí.
-¡Cuando
yo quiera, como quiera y en donde quiera!- gritó
-¡No
puedes!
-¡Claro
que puedo!-dijo inclinándose un poco para mirarme y enseñarme sus colmillos.
Le
miré desafiante y después comencé a carcajearme. A él le descoloco por completo
mi actitud.
-¿Quieres
apostar?-le reté con la mirada y una sonrisa burlona.
-¿Estás
seguro niño?- Dijo con un brillo en los ojos.
-Más
seguro que nada.
-Está
bien.- se enderezó.- Será interesante el juego.
-Vaya
que si.- refuté.
Y
nuestra apuesta fue sellada con un intercambio de miradas retadoras y como
fondo los truenos de aquel día lluvioso.
Había
pasado ya medio año desde ese día.
Medio
año tratando de demostrar que era verdad.
Medio
año soportándolo, retándolo, viéndolo, alimentándolo.
Medio
año por el cuál traté de darle guerra.
-Te
dije que no podrías conmigo-dijo sentando a mi lado.
-Aún
no acaba la apuesta.- dije divertido.
-¿Eh?
Tomé
uno de los tenedores con los que estaba comiendo y me lo ensarte en el cuello.
Brotó rápidamente el chorro de sangre y con mis ojos desorbitados le miré a él
para poder burlarme de su expresión, que en ese momento era incrédula. Me reí
con tal fuerza que escupí algo de sangre completamente feliz.
-¡T-Te…
eh… ga-ganado!- balbuceé.
“Alerta 45, en el
ala Norte del edificio, todo el personal disponible favor de presentarse con
rapidez”
Las
enfermeras corrieron en mi auxilio y el resto del personal libre corrió hacía
mi. Unos comenzaron a tranquilizar al resto que se encontraba en el comedor,
mientras que unos médicos y unos
enfermeros me comenzaban a dar primeros auxilios. Mi vista se nublo un poco y
miré a lo lejos a Raum. Él negaba con la cabeza. Después sonrió.
-No
me vencerás.
Lamentablemente
lograron salvarme, tuvieron que realizarme varias operaciones de emergencia y
lograron salvarme la vida. Una vez que me recuperé de ese “accidente” me
transfirieron del ala normal –que estaba en el oeste.- Para pasarme al edificio
de pacientes más peligros e inestables del lugar.
Ah,
es verdad. En mi intentó de ganar esa apuesta a Raum, fui internado en un
hospital psiquiátrico por el sinfín de intentos de suicidio que lleve a cabo en
ese medio año que había pasado.
Mis
padres me internaron, pensando que yo estaba loco.
Cuando
les conté sobe él, lo único que hicieron fue llorar y llamar al médico que aún
seguía pendiente de mi caso. Después él contacto al hospital en el que estoy
para poder internarme lo más pronto posible. No me negué por que sabía que era
algo estúpido. Pero seguí intentando mi propósito de suicidarme.
Morir
por mi propio deseo. Era una de mis fantasías más grandes.
Pero
Raum siempre lo impedía. De una u otra manera, siempre estropeaba eso.
Fue
así que terminé en este lugar.
Ambos
habíamos decidido jugar este juego, peligroso; pero excitante a la vez.
Él
tratando de mantenerme con vida.
Yo…
tratando de arruinarle sus planes.
Fue
así que aprendí a vivir con él.
A
costa de mi propia vida.