4 de enero de 2013

Tentación Violeta


-¿Qué quieres a cambio?
-Buena pregunta...-murmuró.
-¿Qué es lo que quieres?- insistí.
-Todo tu ser.- sentenció.

Bueno, a decir verdad, ese no era problema; porque sabía que, a final de cuentas mi alma sería de él.


-Me refiero a cuerpo y alma.-contestó a mi hipótesis silenciosa.
-¿Qué?-contesté atónita.- ¿No se supone que solo reclaman almas y nos llevan al infierno y esas cosas?
-Acabas de decirlo.- rio.- "Se supone"- hizo comillas en el aire.- Además...Es un placer o doble pago, como quieras verlo por el... favor que te acabo de hacer.


Suspiré cansada. Esas eran una de las más mínimas consecuencias de hacer pactos con los demonios; que, a final de cuentas los infelices hacían lo que se les venía en gana.

-¿Y si me niego?- le reté.
-Tendrás un castigo mucho peor que la muerte.- sentencio jovial.


¿Qué podría ser peor que la muerte? me pregunté.

-Ni te imaginas.-contestó él. Después de unos minutos de silencio bostezó y luego me miro.- Y bien... ¿Daysse?
-A-Acepto.- tartamudee.

Él mostró una sonrisa ladina dejando al descubierto un par de colmillos sobresalientes y presumiendo su perfecta y blanca dentadura. Si no fuera por el gran pequeño detalle de que él era un demonio y venía a devorar mi alma -y cuerpo.- tal vez, solo tal vez pude haberme enamorado de él en otra vida. Cabello negro, rebelde y lacio; tez blanca, suave y tersa como la porcelana, cuerpo de un perfecto adonis griego y para finalizar unos bellos e hipnotizantes ojos violetas.

-Mírame a los ojos... Daysse.- Murmuro con voz ronca.- Solo... Mírame.

Seguí sus instrucciones y le miré. Aquellos ojos eran profundos y espesos  pero al mirarle con mayor atención, descubrí que en esos bellos y enigmáticos orbes había una pequeña pero muy notoria tintura de color plateado. Plateado y violeta eran los colores que estaban en los ojos de aquel ser.

Sentí su mano gélida posarse en mi tibio cuello. Me estremecí, para después sentirme extasiada con aquel frío tacto. Su aroma era penetrante; nada de azufre o cosas que se creía a las que un demonio podía oler. No, simplemente era un olor embriagador, no sabría decir a que olor humano se podía asemejar su aroma, pero era extremadamente exquisito. Sus ojos cada vez eran más encantadores y conforme sentía que sus  grandes y frías manos recorrían mi cuerpo, dentro de mi comenzaba a despertar el éxtasis, la necesidad, la lujuria y la pasión que creía extintas en mi.

-Déjate llevar.- murmuró cerca de mi oreja.

Me estremecí. Aquel demonio sabía como tentar y seducir.

Sonrió de lado. Ambos sabíamos que acababa de terminar de firmar mi sentencia. Y el hecho de que los dos nos estuviéramos mirando a los ojos profundamente hacía que entre ambos creciera la pasión.

-¿Iré al infierno?-pregunté lo obvio, rozando un poco sus labios.
-Sí...-murmuró.
-Yo...-comencé a sentirme débil y confundida.
-Tú...-contestó lamiendo mi cuello.
-Solo si es contigo.-finalicé.
-Qué así sea.-concretó.

El resto de la noche -y de mi vida.- Me dedique a entregarme en cuerpo y alma a un demonio. No sé si para ellos este tipo de actos tienen valor, o algún significado sentimental. Soy demasiado ilusa, no sé si me amo en el acto; pero esa era una de las cuestiones humanas para entregarse en cuerpo y alma hasta para el mismo Dios o Diablo.

El amar.

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