16 de mayo de 2012
Reflexionando en el Camino
Reflexionando en el Camino.
Observas cuidadosamente el mundo a tu alrededor y te preguntas. ¿Esto es en realidad lo que quieres? ¿Es la vida que tanto anhelabas? ¿La sociedad con la cuál tienes que vivir día con día hasta el día en el que dejes de existir?
Suspiras cansado. Ah, como quisieras poder ver las cosas con otros ojos, pero sabes que eso es algo sumamente imposible, tan imposible como pedirle a los pajarillos que dejen de trinar. Sigues caminando por aquella acera desolada.
Bueno, al menos por solo estos momentos bizarros de reflexión, estas solo. Solo. Esa palabra se repite en tu mente como si estuviera siendo grabado con fuerza a cincel y piedra. ¿Cuántas veces quisiste no sentirte así? ¿Cuantas veces rogaste porque, el final del día, sintieras esa calidez, esa extraña sensación que te aseguraba que todo iría bien y que hasta cierto punto estabas acompañado? ¿Cuantas veces?
No lo sabes, has perdido la cuenta, incluso las mismas esperanzas.
Miras la calle vacía. Y en momentos así te preguntas.
¿Cuál es mi propósito?
¿Cuál es mi beneficio?
¿Esta bien todo lo que he hecho en mi vida hasta ahora?
Suspiras. Estás cansado de todas esas preguntas filosóficas que atacan tu cabeza; estás cansado mentalmente y ya no tienes ánimos ni si quiera como para poder arrastrar tus pies a la banca más cercana de esa acera. Bajas la mirada decepcionado y caminas más por inercia que por gusto hasta aquella banca, dejas caer tu cuerpo pesado y suspiras por enésima vez.
¿Que haces?
Te preguntas... ¿Acaso no puedes dejar de hacerte preguntas a ti mismo? ¡Vamos! Estás en esos momentos en los cuáles lo único que puedes hacer es pensar en ti. Debes de aprovecharlo ¿no? Te miras las manos y caes en la cuenta de que esas manos que alguna vez jugaron con lodo, que fueron pequeñas y suaves ahora son completamente las manos de un joven adolescente de no menos de dieciséis años.
Ilusiones.
Fantasías.
Esperanzas.
Todo eso lo comienzas a perder con el paso del tiempo, comienzas a caer en la triste y amarga realidad de que el mundo, no era tan perfecto como en tus tiempos de niñez en donde tus padres y el resto de los adultos te lo pintaban. Caes en cuenta de que aquel perfecto mundo solo era una utopía en la cuál el ser humano podría ser completamente feliz y convivir con los de su misma especia y anexas.
Pero la realidad es otra... Sabes que la felicidad está más lejos de lo que imaginas, hay tristeza por todos lados, hambre, dolor, miedo, pena, vergüenza, dolor... Decepción... Desesperación... ¿Y así piensa la gente seguir viviendo? Te preguntas al borde de la frustración. ¿Donde quedo el "Somos hermanos"? ¿"Somos seres que necesitan de otros para poder seguir"? ¿Donde?
-Puras estupideces.- murmuras.
Al levantar tu vista te das cuenta de que aquella acera que alguna vez estuvo solitaria, ahora es transitada por casi medio mundo; hombres, mujeres, adolescentes, niños, niñas, ancianos, animales... Pareciera que la vida a regresado a su curso normal, pero al ver a toda aquella aglomeración ignorándote olímpicamente te das cuenta de que, siempre será así. El ser humano es egoísta por naturaleza y piensa en si mismo antes que en los demás.
A lo lejos ves venir a un niño de unos cinco o seis años. Aquel chiquillo viene completamente feliz comiendo tranquilamente lo que es un posible barquillo de helado. Te preguntas ¿Donde está su madre? Miras a todos los lados posibles y no encuentras ni un solo rastro de que ese niño venga acompañado. Por una extraña razón lo sigues observando. Hasta que el pobre chiquillo tropieza con sus propios pies y cae de frente estrellándose directamente en el pavimento, mientras que su barquillo sale volando al suelo.
La gente por un rato se detiene y ve la escena. El niño llorando y sufriendo porque su golosina ha sido estropeada y esta completamente embarrada en el suelo. Al ver que solo se trata de un niño, el resto de ellos siguen con su vida normal. Tú solo te limitas a observar como el niño llama a su madre y como es que su rostro de felicidad ahora esta impregnado de un dolor puro y aterrador.
¿Acaso nadie piensa ayudarlo? ¿Acaso no ven el sufrimiento y el dolor del niño? ¿No les conmueve en lo más mínimo aquellas lágrimas saladas correr por las mejillas tiernas y sonrojadas de aquel niño de tez blanquecina?
La respuesta es obvia.
No.
No les importa en lo más mínimo, mientras ese suceso no interfiera en su monótona y fracasada vida, todo está perfecto.
Te levantas de la banca y caminas en la misma dirección que el resto de ellos. Pero a lo lejos escuchas el llanto de aquel niño desconsolado. Te es inevitable ignorarlo. ¿Porque ellos lo hacen? Te detienes en medio de la banqueta debatiéndote completamente entre si asistir al pobre niño o hacer lo mismo que el resto.
-Camina...-
-Hey, muévete...-
-Estúpido...-
Y comentarios como esos son los que escuchas cuando la gente choca contigo mientras tú sigues ahí de pie, esperando por una respuesta tuya. ¿Qué debes de hacer?
Has tomado la decisión, giras sobres tus talones y te diriges hacía aquel niño, al llegar frente a él, te pones de cuclillas y lo escuchas, el niño al estar tan concentrado en su pena no te ve además de que las lágrimas impiden verte con claridad. Sonríes con melancolía. Que fácil es ser niño, recuerdas.
-¿Estás bien?- preguntas con voz dulce.
El niño se sorprende un poco al verte, se talla aquellos bellos ojitos color chocolate y te mira con tristeza. Después de un rato, asiente con lentitud.
-¿Entonces, porque lloras?- preguntas con paciencia.
-E-Es que...E-El...e-el...- dice siendo presa una vez más de aquel terrible llanto.
-Tranquilo.- pones una mano en su pequeña y delicada espalda.- ¿Puedes decirme que te paso?
Él asiente y se talla por segunda vez los ojitos, tratando de contener las lágrimas traicioneras.
-El helado que traía conmigo..-dice en apenas un audible susurro.- Me lo regalo mi abuela... Y...Y...-y una vez más esta llorando el niño.
-Comprendo.- dices sonriendo por la actitud del niño.
De cierta forma, te sientes conmovido por las palabras del infante y sientes esa necesidad de protegerlo y ayudarlo. Le ofreces la mano y él sin entender la acepta, juntos se ponen de pie y le revuelves los cabellos.
-Ven acompáñame.- dices caminando, pero el niño se queda quieto en su lugar.- No te haré nada.- sonríes para reconfortarlo.
Él por una extraña razón te sigue. "Los niños son tan inocentes" piensas, te sorprendes al sentir la cálida mano del niño agarrando la tuya. Lo ves y él te sonríe con calidez. Eso era lo que querías ver, una sonrisa; no lágrimas afectando a un pobre pequeño. Llegan a la nevería más cercana y le dices que escoja el helado de su preferencia que tú se lo invitarás. Él te ve con algo de duda y hasta cierto punto con admiración, al insistirle muchas veces él termina aceptando tu oferta y pide un helado sencillo en cono. Para que el menor no se sienta extraño, igual pides un helado sencillo.
Ambos caminan de regreso hacía el lugar donde momentos antes el niño estaba llorando, los dos caminan en silencio degustando con tranquilidad su helado. A lo lejos puedes ver como una mujer de edad ya algo avanzada busca desesperadamente algo o alguien.
-¿Esa no es tú mamá?-preguntas. Quizás sabiendo ya la respuesta.
Él al verla, pone una cara de pánico, digna de los niños de su edad. Solo te ríes por lo bajo, él sale corriendo hacía madre, pero unos cuantos pasos lejos de ti, se gira y te sonríe con la felicidad y la sinceridad más pura que pudiese existir en el planeta.
-¡Gracias!- grita completamente feliz. Te sorprendes de lo potente que es su voz.- ¡Eres una buena persona!
Y sonriendo el niño da la vuelta y corre con su madre.
Te quedas parado ahí meditando las palabras del pequeñín. "Eres una buena personas" "Gracias". Sonríes satisfecho. Sabes que has hecho bien. Terminas tú helado y caminas de regreso a casa.
A comparación de como te sentías hace unos momentos, ahora te sientes renovado, sabes que no todos son como creías, que, por más extraña sea la situación y por mas solitario que pareciera, siempre habrá "alguien" que te este cuidando y apoyando en todo. Creías que estabas solo, pero has descubierto que no; te tienes a ti mismo.
Y ahora es cuestión de que tú, le enseñes a esas personas, a la vida y al destino que los seres humanos... Podemos ser felices.
Comentarios de Yuki'~:
Bien después de un tiempo, ando por acá de regreso con cosas nuevas y espero que ahora el tiempo no me quite estas preciadas ganas de escribir. ¿Comentarios?
Yuki' ~
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