29 de marzo de 2013

Diez Mandamientos




1.- Amarás a Dios por sobre todas las cosas.

Muchos son “Ateos” o Agnósticos, y eso está bien. Pero para aquellos que creen en Dios, ¿Es suficiente solamente aferrarse a él? Sabemos que el hombre se tiene que aferrar a algo supremo a él para al menos tener un poco de esperanza y creer que existe ese poder divino que nos “guía y ayuda” Pero… ¿Por qué solo dejarlo todo a la suerte de ese Ser Supremo? ¿Porque culpar siempre a esa Divinidad de nuestros errores?

Ah pero cuando se trata de un logro o una victoria, la mayoría suele decir que fue gracias al esfuerzo de uno mismo. ¿Dónde quedo el amor por ese Dios?
¿Por qué algunas veces, se le da más importancia a lo material y físico que a eso que a uno le hace creer que ese Dios está en algún lado? “Amarás a Dios por sobre toda las cosas”…. Muchos aman más sus  posesiones que a la misma familia o al mismo Dios.

2.- No jurarás el nombre de Dios en vano.

Más de una vez has jurado por Dios, prometiendo y diciendo que él está de testigo. Y que si no un castiga has de obtener… Quizás lo que te pasa día con día es aquel “castigo” que pediste si era mentira tu “juramento”.

3.- Santificarás las fiestas.

Y es que es fácil de responder… ¿Qué es lo que se celebra en Semana Santa? ¿Las fiestas religiosas? ¿O las fiestas que estarán una vez terminadas las ceremonias religiosas? Muchos lamentablemente creen que, santificar fiesta es ir una vez terminados los rezos para ir y comer los tamales y el atole que se dará después de ello. O ir a adorar a un santo como si fuera su propio Dios.

4.- Honraras a tu padre y a tu madre.

¿Cuántas veces no les hemos honrado? Cuantas veces; ¿Hemos pensado más de una barbaridad? No confundas con honrar y obedecer; no es lo mismo. Una cosa es honrar a tus progenitores; llevar en alto el apellido con orgullo y no avergonzarte de tus raíces. Obedecer es otra cuestión. Muchos hijos creen que el “honraras a  tu padre y a tu madre” hace referencia a hacerles caso, ser sumisos y dejar que ellos decidan toda tu vida. Eso es un error.

Pero muchas veces nos preguntamos los hijos…. ¿Ellos que hacen para merecer ser honrados?

Esa respuesta depende de cada quien.

5.- No matarás.

¿Cuántas veces no has matado? Oh sí, aunque tú hagas memoria en este instante y estés seguro de que no has matado a alguien; lo has hecho.

Has matado… Pero no físicamente.

¿Cuántas veces no has matado a una persona con tus palabras?

¿Con tus actos?

¿Con tus actitudes?

¿Cuántas veces?

Y es que el “No matarás” no solo aplica a la ley de lo tangible; a lo físico. Hace mención también a otros aspectos. Porque unas simples palabras, unos cuantos actos y ciertas actitudes, perjudican más a esa persona (o personas) de lo que tú crees. Aquella ex pareja, aquel viejo amigo, al profesor que decepcionaste por x o y razón. A tus padres e incluso a ti mismo.

El matar no solo se limita al hecho de finiquitar una vida; sino más bien, a matar esas esperanzas y esas posibilidades  que todos alguna vez hemos tenido.

Y ahora te pregunto…. ¿Cuántas veces has matado?

6.- No cometerás actos impuros.

¿Qué es un acto impuro en sí? En la biblia podría ser definido como “acto en el cuál un hombre desea ya sea con la mente, el corazón o el cuerpo a alguien que no sea su pareja conyugal” Ahora yo pregunto… un acto impuro no sería ¿Una violación? ¿Golpear a tu esposa e hijos? ¿Acosar a personas de diferentes razas u orientaciones sexuales?

Creo que, un acto impuro, no hace referencia a solo tener el acto sexual con otra persona fuera del matrimonio; o como se mencionó con el simple hecho de pensarlo o desearlo, ya es impuro; creo que; un acto impuro va más allá de lo sexual. De los deseos o placeres. Va más allá de todas esas cuestiones carnales que la iglesia solo menciona.

7.- No robarás.

¿En qué sentido? Se puede cometer robo de muchas formas y en muchos sentidos. Sí; se está de acuerdo que el tomar cosas ajenas sin el consentimiento del dueño de ellas es robo; pero… ¿Es robo también, cuando un padre de familia toma pan para alimentar a sus hijos? ¿Cuándo no tiene nada que comer y toma algunas frutas para darles aunque sea algo para calmar el hambre de sus pequeños? ¿Eso también es robo? 
¿Es robo el enamorarse de alguien más aun así cuando esa persona está con otra? ¿Es robo que los políticos nos llenen de mentiras y nos saquen cuanto impuesto puedan a diestra y siniestra y nosotros nos hagamos de la vista gorda?  ¿Es robo de tiempo el estar esperando en las filas perdiendo quien sabe cuántos minutos de tu “valiosa vida”? Qué la señorita le haya dado centavos de menos; o de más… ¿Eso también es robo?

8.- No mentiras.

Dicen a los niños “No digas mentiras” pero cuando vienen a cobrar las deudas o una persona no desea llama por teléfono, ¿Qué es lo que le dices al pequeño? “Dile que no estoy” “Qué regrese más tarde porque estás solo” o cosas así, ¿No? ¿Cuántas veces no has mentido por bien? Pero la verdadera pregunta es; ¿Y si ha hecho bien?

Dicen que cualquier tipo de mentira es una falta grave, por más piadosa que sea. ¿Es malo hacerle creer a tu hijo que puede lograr lo que se proponga? ¿Qué es bueno seguir sus sueños? ¿De hacer saber su opinión? 

¿Eso es mentira? ¿El hacerle creer que este mundo puede mejorar?

¿Está mal decirle eso a los pequeños?

9.- No desearás a la mujer de tu prójimo.

La carne es carne a final de cuentas. ¿No? Y es válido el sentir atracción ya sea física, sexual, psicológica o de cualquier tipo de índole hacia una tercera persona. ¿Por qué solo hace énfasis en “mujer de tu prójimo”? Hoy en día ese mandamiento ya no aplica. Porque algunas veces desean a los hijos, a la mujer, al perro o incluso al mismo prójimo. Algunas veces está bien el desear; a final de cuentas somos seres con pulsiones o deseos que satisfacer y por sobre todas las cosas somos humanos.

 10.- No codiciarás los bienes ajenos.

Muchas veces y más de una ve, de forma inocente o consiente hemos deseado las cosas o la vida que tiene x o y persona. Ya sea de buena o mala manera; pero la cuestión, pienso yo; es en la forma en que deseas esas cosas. Porque si  ves lo del prójimo como algo que “tú también puedes obtener” supongo que no está mal. Porque también tienes el derecho y las mismas posibilidades de ganarlo; solo queda en tu esfuerzo y en tus propias decisiones y convicciones el tenerlo o no.

Pero si aquello que posee el prójimo, lo ves desde otra perspectiva, desde una más negativa y destructiva; eso puede que tal vez, sea envidia. Y eso… Es otra historia.

27 de marzo de 2013

Unas letras para ti


“Querido Padre:

Espero que al leer esto, estés bien…

¿Cómo has estado? Espero que bien. Sé que no hablamos mucho… Por no decir nunca. Pero creo que hoy… necesito escribirte unas cuantas letras, para expresar aquello que no te conté hace mucho... mucho tiempo.

¿Sabías que tú eras mi héroe? Jajaja. Sí, aunque no lo creas papá siempre fuiste mi héroe, nada de personajes ficticios por televisión, héroes super perfectos de películas, caricaturas, comics, lo que sea… Ni siquiera otra persona ajena a la familia. Siempre fuiste tú. Fuiste mi inspiración, mi héroe, mi ejemplo a seguir.

¿Por qué?

Vamos papá. Sé que lo sabes, pero aun así, quiero decírtelo. Porque a pesar de las tempestades, de los problemas y de las pocas situaciones favorables que vivimos como familia, supiste superarlas, supiste darle un sustento a tu familia, a brindarnos energía y alegrías a mis hermanos y a mí. Supiste darle ese amor y esa comprensión y apoyo que mamá necesitó en su embarazo.

Simplemente… Enfrentaste toda la vida con fuerza y energías, para ayudarnos a salir adelante.

¿Quieres más motivos para ser una persona digna de admirar? Déjame te cuento que hay más de uno para tomarte como ejemplo.

¿Cómo lograste pasar todas esas pruebas que la vida t dio? ¿Cómo afrontaste todo con tanta decisión y valentía? ¿No tenías miedo? ¿No tenías miedo al fracaso? ¿A la pérdida? ¿Cómo fue que seguiste en pie, cuando todo a tú alrededor te daba más de un motivo para derrumbarte? ¿No lloraste de desesperación, dolor, frustración y miedo?


Recuerdo aquellos momentos y solo soy consciente de un solo recuerdo nítido como la luz del sol: A mi padre, sentando en la mesa, pensando.

Jamás te vi llorar. Jamás vi que gritarás o te desquitarás con mamá o con mi hermano mayor. Jamás te vi sumido en alguna adicción. Ni te vi robar. Ni pedir limosna. Y mucho menos, te vi causar lástima a otros. Al contrario. Día con día salías a trabajar, a conseguir pan para nosotros, para brindarnos un mejor futuro; una mejor educación, siempre con la frente en alto y reconociendo tus carencias actuales, sin vergüenza sino con orgullo.

Paso el tiempo y todo mejoro. La familia iba bien, todo estaba mejorando pensamos y tu una vez me dijiste “Por más oscuro que este el camino, siempre habrá algo que alumbre; ya sea una lámpara, una vela; una luciérnaga o la misma luna la que alumbre tu camino, hija.” Y son las palabras que más se quedaron grabadas a fuego en mi mente. Y creo en ellas fervientemente.

Pero como dice un dicho muy famoso “Después de la calma viene la tormenta”. Y así fue; mamá enfermo de cáncer y todo empeoro para ti. Ella ya no podía hacer las mismas cosas. Tú solo me explicabas a mí que mamá estaba enferma, pero jamás me explicaste eso. Y por un lado lo agradezco. Porque a mis cortos seis años, no sabía que pasaba con la enfermedad de mamá. Pero después, todo empeoró. Sus quimioterapias, o “baños” como decías tú, no funcionaban.

Algunas veces mi hermano mayor lloraba en silencio acostado en su cama. Y yo solo le escuchaba desde mi cama. No entendía el por qué él lloraba así. Ni por que al ver a mamá tan cansada, tan acabada y apagada se soltaba a llorar como crío y ella le consolaba con notoria tristeza. Yo solo creía… Qué ella estaba muy enferma, y que pronto, con la medicina del doctor, mejoraría…

Ah, lo siento papá, eh mojado las hojas. Pero el recordar aquello y saber que no tenía nada de conocimiento de lo que mamá paso, me hace sentir tan… Triste y mal; y el recordar los rostros afligidos de mamá y de mi hermano, me ponen peor. Lo siento papá. La carta está algo arrugada ya.
Pero regresando a lo que quiero decirte… El día que mamá murió, no te vi llorar. Una  vez más observe al hombre fuerte y decidido que conocí en nuestros momentos difíciles. No lloraste ni te quebraste. Al contrario, nos consolabas a mi hermano y a mí. A él no le explicabas que pasaba, porque él ya sabía. Pero a mí… a tú pequeña hija de siete años ya; le decías que mamá se durmió para siempre. Qué ya no regresaría y que Dios la estaría cuidando bien. Y como consecuencia, ella nos cuidaría a todos.

Pero ¿Sabes? Ese día, vi algo en tus ojos que me confundió.

¿Por qué papá estaba triste? Por qué tus ojos verdes… ¿Estaban apagados? Siempre amé tus ojos papá, tus ojos de un bello e intenso color verde esmeralda. Y lo mejor de todo, es que tenían un brillo tan especial que era simplemente hermosos. Entonces… ¿Por qué ese día se veían apagados? ¿Por qué no eran tan bonitos a como los recordaba?

En ese entonces, solo pensé que extrañabas a mamá. Y nada más.

Recuerdo como los años siguientes fueron difíciles para todos; para mi hermano, para ti, para el bebé y para mí. Trabajabas de noche; porque en el día te hacías cargo de nosotros tres. Con la ayuda de mi hermano cuidabas y criabas al bebé; me llevabas a la escuela, ibas a nuestras juntas, eventos especiales y un sinfín de cosas. Tratabas de cumplir dos papeles importantes en nuestra ahora incompleta familia: Mamá y Papá.

Algunas veces eras muy estricto, pero otras… Eras muy bueno.

Cuando entré en la adolescencia; lo confieso; muchas veces pensé que te odiaba. Y me arrepiento por ello como no tienes idea. Solo por el simple hecho de que no me dejabas hacer lo que las mamás de mis otras compañeras si las dejaban. E incluso recuerdo que el día que tuvimos una discusión por una estúpida fiesta; te grité “Tú no eres mamá, ella está  muerta, no trates de suplirla” Lo dije solo porque estaba molesta… No porque en verdad lo sintiera.

Ese fue el primer día en que mi hermano me puso una mano encima. Me dio una bofetada y me dijo serio y completamente molesto: “Jamás vuelvas a juzgar a papá de esa forma. No sabes… Lo que él ha hecho por nosotros”. Era adolescente, y no sabía lo que decía y hacía. No me estoy excusando, solo que; en ese momento tenía  cosas más importantes que atender que esas (En ese entonces, mis tonterías eran importantes).

Pero llegó el tiempo en el que mi hermano mayor tuvo que irse. A hacer su propia vida, una vez entrado a la universidad. Recuerdo que ese día tú te pusiste muy triste. Porque tu hijo más grande, ya podía valerse por sí mismo y se iba a estudiar al extranjero porque la escuela en la que estaba le había brindado esa oportunidad, que tú jamás pudiste darle. Recuerdo que, el día de su partida, ambos se abrazaron, y él lloró como el pequeño de once años que lloró alguna vez en su habitación cuando mamá estaba enferma. Tú solo te limitaste a sonreír con tristeza y a cubrirlo con tus brazos paternales. Una vez más, no vi llorar a mi padre.

¿Por qué no llorabas papá? ¿Te costaba mucho? ¿Te daba vergüenza? ¿Desconocías lo que eran las lágrimas?

Bueno, como sea. Después de eso, llegó el momento en el que al igual que mi  hermano mayor yo partía de la casa. Pero porque era una estúpida chica que se dejaban llevar por el momento. Jamás me detuviste y solo te limitaste a darme la bendición y a decir que las puertas de la casa, siempre estarían abiertas para mí. Pensé que a lo mejor tú me estabas corriendo de casa –literalmente- Pero entendí, muy tarde por cierto. Que tú solo me estabas dando esa oportunidad de conocer y experimentar, aquello que solo se puede hacer por medio de experiencias.

¿Sabes? A pesar de que aún era una adolescente algo loca, era la mejor en la clase. En el campus todos conocía a tu hija, ¿Sabes? Era muy lindo ser la mejor reconocida en el lugar, por buenos estudios, dedicación y calificaciones. Y solo lo hacía para que tú estuvieras orgulloso de mi al menos un día de tu vida.

Pero creo, que siempre lo estuviste de nosotros.

Paso el tiempo y luego llego el momento en el que mi hermano menor también tuvo que partir. A diferencia mía, él era el más apegado a ti, pero al igual que con mi hermano mayor, solo le abrazaste, le deseaste buena suerte y le dijiste que las puertas estaban abiertas para cuando quisiera regresar.

Y te quedaste solo. En esa casa. Con tantos recuerdos. Con tantas alegrías y tristezas. Te quedaste solo.

¿Qué pasó en tus tiempos de soledad papá? ¿Llorabas? ¿Reías?  ¿Te sentabas en ese feo sillón a recordar el pasado? ¿Te ahogabas el licor?

¿Qué es lo que pasaba en esos momentos por tu cabeza?

Jamás supe y jamás lo sabré.

Porque ahora, escribo estas líneas frente a tu tumba. Sé que es muy tarde para expresar todo lo que por años callé, pero al menos quiero sentirme un poco en paz conmigo misma. La conciencia me remuerde terriblemente y hace que me sienta miserable día con día.

Lo sé, es egoísta de mi parte, el solo pensar en mí. Pero ahora, que eh escrito esto y recuerdo cada uno de los momentos vividos a tu lado padre, sé que jamás me reprocharías nada y entenderías mis razones.
Fuiste un buen padre. El mejor que tuve. Y si pudiera elegir una vez más a mi familia. Sin duda los elegiría a ustedes sin pensarlo.

Gracias por las lecciones silenciosas que me diste.

Gracias por los consejos, las reprimendas; las pláticas y castigos brindados.

Gracias por la paciencia, la humildad, nobleza y bondad que nos enseñaste.

Pero gracias por sobre todo; ser como eras: fuerte, valiente; decidido y capaz. Y también, por ser nuestro padre.

De hija a padre, te digo en estas líneas, que agradezco cada uno de los momentos que nos brindaste contigo. Y espero de ante mano, que estés junto a mamá, cuidando de nosotros en donde quiera que estén los dos.

Creo es todo. No te preocupes por mi hermano menor. Él estará en buenas manos, lo mejor de todo, es que criaste a dos hijos mayores de la mejor forma posible. Así que, puedes estar paz.


Saludos a mamá.

Y nos veremos pronto.
Te amo papá.”


26 de marzo de 2013

Feelings


-Di que lo sientes.
-¿Decir qué?
-Has dicho muchas veces “acepta tus errores” Ahora te pido, que tú aceptes los tuyos.
-Estás equivocada.
-No, no lo estoy… ¡Di que lo sientes!-le grité.-
-¡Estás loca!-me gritó.- ¡No tengo nada por lo cual pedir disculpas.-finalizó molesto.

La sangre hirvió por mis venas… Mi cabeza comenzaba a palpitar… De coraje. Mi vista se comenzó a poner algo nublada; los ojos me ardían en señal de que las lágrimas pronto comenzarían a salir. Mis manos estaban hechas  puños hasta el grado de tener blanco los nudillos.

-No tienes… ¿Por lo cual pedir disculpas?-mascullé entre dientes.

Me miró confundido.

-¿Qué?
-¿No tienes nada por lo que pedir disculpas?-repetí.

Negó con la cabeza, inseguro. En sus ojos podía ver un matiz de temor, incertidumbre y algo perfectamente conocido en él: Orgullo.

Negué con la cabeza. Me limpie el rostro con el dorso de las manos. El maquillaje se había corrido por completo… Pero… No me iba a detener por un puto lápiz delineador de ojos. Ya no.
Nos quedamos en silencio. Yo mirándolo ahora con mi deplorable rostro manchado. Y él mirándome con temor, confusión y cautela. ¿Quién daría el primer paso? El pasillo estaba desierto. Otro punto a mi favor, giró la cabeza varias veces para ver si podía encontrar a una pobre alma en pena... Pero habíamos salido hace dos horas. Hace dos malditas horas le estaba esperando, y él buscaba un milagro, una salvación.

-¿No hablarás?-pregunté cansada.
-No tengo nada que hablar.
-¡Con un carajo acéptalo!-le grité.


Se sobresaltó un poco y retrocedió. Golpeé los casilleros con mi puño izquierdo. Creo se sumieron un poco, él me miró impactado y después confundido. Se quitó la mochila, la dejo tirada en el suelo y se recargo en los casilleros.

-¿Qué demonios te pasa? ¿Por qué estás tan molesta?
-¿Por qué?-pregunté.- ¿Aún tienes el descaro de preguntar?
-Si, por que no lo sé.-contestó confundido.
-Bien te lo diré…

Tomé airé y las lágrimas invadieron mi rostro. Arqueo una ceja ahora molesto. Trague saliva y rogué al cielo porque la voz fuera lo único que no me fallara. No me importaba no verlo.

-Hemos sido amigos… desde hace mucho tiempo…-inicie.- Siempre estuve a tu disposición, te fui fiel, hice todo lo que pude por ti…-decía con un nudo en la garganta.-… Te procuraba, te prestaba atención, te cuidaba, te quería, te esperaba, me preocupaba por ti; te hacía reír… ¡Hacía muchas cosas por ti!-grité.- Y ahora… ¿Qué recibo a cambio? Actitudes cortantes de tu parte, palabras irónicas, sarcasmos hirientes; miradas indescriptibles y fastidiadas, uno que otro comentario hiriente. Ni un puto gracias me das. ¿Qué te pasa? ¿Qué fue lo que te eh hecho? Dímelo en la cara… ¿No habíamos dicho que ser sinceros ante todo? ¡Te estoy pidiendo sinceridad!

Respiró hondo y soltó el aire… Fastidiado. Algo más que me cabreaba. Se estiro un poco y me miró. Hablé antes de que él lo hiciera:

-No te estoy pidiendo…-decía llorando.- Qué me des toda tu atención. No. Solo estoy pidiendo lo que merezco… Un amigo. Y tú te has dejado de comportar como tal desde hace mucho, mucho tiempo. ¿Qué es lo que pasa?
-Estás confundida…-dijo divertido.- Yo no te he hecho ese tipo de cosas “malas”-dijo haciendo comillas en el aire.- No estoy molesto contigo, ni nada por el estilo. Estoy bien, solo estás mal interpretando.
-¿Mal interpretando?-le dije ahora quitándome la mochila.- No soy idiota. Sé perfectamente que esas actitudes solo las tienes conmigo. Eres una persona que es especial con los demás. Lo sé. Por eso mismo, sé que tus actitudes de ahora no son las que tenías conmigo antes. ¿Qué demonios te hice?
-Nada.-Respondió.- Nada, ya vámonos, ¿Quieres? Muero de hambre.


Tomó sus cosas y comenzó a bajar las escaleras. Me quedé petrificada ahí. ¿Así de simple daba por terminada la conversación? Así de simple… ¿Dejaba todo? ¿Era yo la idiota? Se detuvo unos cuantos pasos y se giró a verme.

-Vienes ¿O qué?-dijo molesto.- Tengo hambre.
-No… Aquí me quedaré...-murmuré.
-Como quieras…-se giró y siguió caminando.- Y dices que yo soy el del problema.


Una vez lo perdí de vista, caí de rodillas al suelo y comencé a llorar como nunca. Lloré como si de ello dependiera mi vida. Lloré hasta que mi garganta se secó, hasta que los ojos se me hincharon y hasta que el sol comenzaba a meterse para dar paso al crepúsculo de ese día.

-No tiene caso…-murmuré.

Me limpie la cara. Tomé mi mochila y la arrastre como si fuera un carrito de mandado, baje las escaleras pensativa y aun moqueando.

¿Era yo la del problema? ¿Exageraba las cosas? ¿Mal interpretaba todo? Por qué… ¿Por qué me dolía tanto ese tipo de desplantes? ¿Por qué no eran directos conmigo? Y es que a decir verdad, él no era el único que era así conmigo. Tenía más conocidos… Más amigos si es que se les puede denominar de esa forma; que me trataban igual que él. Jamás les pregunté por el porqué de sus comportamientos  tan déspotas e hirientes conmigo, jamás pregunté –error mío.- Pero porque creía que solo se trataba de configuraciones mías, creencias o simplemente pensaba que las personas a mi alrededor tenían mal día.

Pero esto se repitió día, con día.


Hasta que un momento el primero en colmarme el plato fue él.

Mi amigo. Bueno… El que se hacía llamar amigo.

Algunos días me hablaba, algunos días no. Y creía que era normal, porque sé que todos en esta vida tenemos buenos días y malos días. Pensé que era normal. Pero después su actitud hacía mi fue volviéndose poco a poco menos fácil de tratar, cualquier cometario mío le molestaba, no le hacía gracia o hacia como que no lo escuchaba. Lo dejé pasar.

Y bueno, dejé pasa todas esas situaciones y actitudes hacia mi persona, hasta el día de hoy. Hoy había estallado y estaba molesta por todo lo que había hecho él. Y habíamos terminado así: él yéndose sin mí, dejándome atrás sin importarle que era  lo que tenía. Y yo… Bueno, arrastrando mi mochila por los pasillos de la escuela buscando la salida.

Al salir del edificio el señor intendente me pregunto si ya no había nadie más. Solo negué con la cabeza y seguí mi camino; la noche ya estaba llegando y yo iba camino a casa. A unas cuadras de mi hogar, saqué el móvil y le marqué.


Tuve que marcarle cinco veces y a la sexta contestó.

-¿Ya se te bajaron los humos, querida?-dijo riendo.
-No. Aún no.-contesté con seriedad.
-Oh vamos….dijo fastidiado.- ¡Ya supéralo!
-¿Cuándo vas a pedir perdón?
-¿Por qué?-preguntó confundido.- ¿Por qué debería de pedirlo?
-Porque…-unas cuantas lágrimas cayeron de mi rostro cansado.- Me has herido muchas veces; porque has traicionado la confianza que te tuve… Porque cada uno de los sentimientos que tenía por ti, los estropeaste con tus actitudes…
-Oye… Ya cálmate. El problema no eres tú.
-¿Entonces? ¿Quién?
-…
-Así que…-dije con ironía.- ¿Yo soy tu desquite? ¿Solo por tener nobles sentimientos hacía ti? ¿Por creer que en verdad tú podrías ser un amigo? ¿O un hermano?
-N-No es lo que crees…-tartamudeo.- Mira… Hable-
-Vete al infierno.


Y le colgué.

Regresé a casa llorando, con la moral baja, y muchos sentimientos encontrados. Mamá no preguntó qué era lo que tenía. Y se lo agradecí. Subí a mi habitación, cerré la puerta y me tumbe en la cama. No sé cómo lo enfrentaría el día de mañana. No sabía si seguiría hablándome o definitivamente nuestros lazos serían cortados.

Pero lo más probable, era que… Sería lo mismo de siempre.

Ignorar que me hacía tener estas emociones, y hacer como si nada pasaba.

Por parte mía, y por parte de él.

Un gran error.