8 de marzo de 2015

Romina y Julieta

Ambas se conocieron en un día de primavera.
Ellas eran conocidas, confidentes de palabras;
Romina era fuerte,
Julieta delicada.
Las dos compartían una amistad inesperada.

Pasaron los días…
Luego los meses;
Y Romina sin duda,
Soñaba a veces.

Romina, muchacha seria,
De mirada perspicaz y
Pensamiento lógico;
No lo pudo evitar,
Pues sin pensarlo…
Se llegó a enamorar.

Julieta tranquila, alegre,
Y divertida; dulce y noble;
Era aquella joven chica.
Pero al igual que Romina,
En las fauces del amor
Cayó rendida.
Había miedo, inseguridades también,
Pero tenían la dicha
De verse otra vez.
Un amor prohibido lo creían,
Pues enamorarse de una mujer
¡Es una locura! ¡Es un pecado!
Pensar en una mujer; siendo ellas una mujer…
Sin embargo; en el corazón no se manda,
No se niega, lo que se ama con el alma.

Romina se confesó; Julieta se alegró;
Ya que su amor; era reciproco.
Julieta la abrazó,
Romina la besó

Y su amor, apenas comenzó.

Noche de Abril

El tiempo ha pasado, y ahora los años han comenzado a mostrarse en mi infantil y joven rostro. Las estrellas y la Luna han sido testigos silenciosos de mi duro crecer. Algunos árboles, sabios y viejos han sido  mis confesores, mis escuchas y el único consuelo que logré tener.

Es curioso, como la vida me trató antes de enamorarme.

La luna escucho incesantes veces mis llantos. ¿Por qué? Le preguntaba cada noche…

El viento se llevaba mis palabras llenas de dolor…

El sol me brindaba un poco de energía que perdía…

Y por las noches… La almohada secaba mis lágrimas.

Pero, el tiempo ha pasado, y ahora me he enamorado.

Es una sensación distinta y única, pues nunca antes la experimente. Todo a mí alrededor toma un matiz distinto, veo las cosas en la misma forma… Pero, no con la misma medida. No me da miedo mostrar mi sonrisa, ni mis lágrimas…

¿Cómo me enamoré?

Me enamoré en una noche.

Una noche donde la Luna era llena. Y las estrellas brillaban por completo. Hacía frío y nuestro único consuelo eran nuestras ropas… Callados, nerviosos e incomodos por el momento. La noche siempre es perfecta para enamorar. Temblábamos un poco, sin embargo ninguno de los dos quería despedirse…

Le miré a los ojos. Sus ojos castaños revelaban algo. Un brillo… Qué no conocía en esos años de conocerlo… Su rostro estaba sonrojado, pero no por el frío… Era un sonrojo de nervios, de añoranza… Era un dulce sonrojo, que adornaba tiernamente su rostro pecoso. Tartamudeaba un poco y estaba tímido… Él jamás fue tímido… Sin embargo, esa noche, en ese momento… Las palabras no eran su fuerte. En sus labios carnosos se surcó una sonrisa tímida.

Fue en ese momento, cuando la sonrisa tímida me saludó y ese gesto inseguro de valentía me conquistó por completo… Pues, aunque ya lo sabía, aplacé mucho tiempo el aceptar qué estaba enamorada de él.

Lo amé desde el momento en que le llamé amigo. Pero no malinterpreten… Lo amé verdaderamente cómo a mi amigo. Mi confidente y mi pilar. Me apoyó en los momentos más difíciles, escuchó cada palabra que tenía que decir, me protegió… Me brindó aquello que muchas personas me negaron: Su amistad.

Y por eso en aquel momento lo amé.

Pero, sin pensarlo y con el paso del tiempo; mi amor fraternal, mi amor de compañerismo y complicidad, cambió poco a poco a uno más íntimo y prohibido. ¿Debido a qué? Él era mucho mayor que yo y era mi amigo. No podía traicionar su confianza de esa forma, pues él lo había dicho:

“No estoy interesado en enamorarme”

No podía traicionarlo amándolo.

Así que, pese a mis nerviosismos, inseguridades y sentimientos… Me obligué a no amarlo. Me obligué a quererlo cómo el grandioso y primer gran amigo que tuve. Pero… Todo se enfrío poco a poco…

Él se alejó… Y me lastimó. ¿Habré sido yo? ¿Lo habré incomodado? ¿Molestado? O… ¿Se habrá enterado?

Me daba miedo que fuera lo último. Así que, con dolor y con pesar… Lo dejé ir. No lo retuve y dejé que volara cómo el ave libre que es. No esperaba su regreso y me preparaba para regresar a mi soledad…

Pero tan terco es cómo las águilas….Qué regresó. Regresó y se quedó a mi lado. Regresó, me cuidó y protegió… Incluso de él mismo. Sabía que la herida no se curaría pronto… Así qué fue paciente y la limpio, la lavo y la curó con el tiempo…

Y esto, nos llevó a ese momento.

Donde su sonrisa tímida y esa falsa valentía me hicieron recordar todo eso.

-Me gustas.- había dicho.

¿Qué debía de decir? Estaba emocionada… Pero tenía miedo a la vez. Lo miré a los ojos… Y sus ojos cafés tenían un ligero rastro de pavor. Mi corazón se agitó y mi alma se asustó. Deseaba decirle “A mí también” pero tenía miedo.

¿Y sí era cómo antes? ¿Y sí no funcionaba? ¿Y sí sólo era mi imaginación?

“¿Y sí le dices que sí?” Me dijo mi inconsciente.

-Me gus-gustas…-repitió con temor.

Me armé de valor.

Lo miré a los ojos.

Y le sonreí.

-También me gustas.-contesté.

Esperaba otro tipo de reacción… De verdad que sí. Pensé que actuaría con gallardía y se regodearía cómo pavo real… Pero al contrario de eso; sólo se limitó a sonrojarse y taparse el rostro con sus manos; y acto seguido lo imité.

Me enamoré por completo en una noche de Abril. Donde la luna era llena y las estrellas brillaban con toda fuerza.

Sólo estábamos nosotros dos en aquel parque; temblando por el frío y sin decir palabras.

Lo amaba desde hace tiempo. Pero esa noche; mi amor fue consolidado.

Así cómo la Luna y las estrellas, así se volvió nuestro amor.

Las estrellas le juran eterna luz a la Luna…

Así fue mi amor por él.

Cómo la Luna les promete compañía eterna…

Así él juró amarme.

En completo silencio están Luna y estrellas…

Ambos nos consolidamos en uno solo.

Me enamoré en una noche de Abril; bajo el brillo eterno de las estrellas y la silenciosa compañía de la Luna.