El tiempo ha pasado, y ahora los
años han comenzado a mostrarse en mi infantil y joven rostro. Las estrellas y
la Luna han sido testigos silenciosos de mi duro crecer. Algunos árboles,
sabios y viejos han sido mis confesores,
mis escuchas y el único consuelo que logré tener.
Es curioso, como la vida me trató
antes de enamorarme.
La luna escucho incesantes veces
mis llantos. ¿Por qué? Le preguntaba cada noche…
El viento se llevaba mis palabras
llenas de dolor…
El sol me brindaba un poco de
energía que perdía…
Y por las noches… La almohada
secaba mis lágrimas.
Pero, el tiempo ha pasado, y ahora
me he enamorado.
Es una sensación distinta y única,
pues nunca antes la experimente. Todo a mí alrededor toma un matiz distinto,
veo las cosas en la misma forma… Pero, no con la misma medida. No me da miedo
mostrar mi sonrisa, ni mis lágrimas…
¿Cómo me enamoré?
Me enamoré en una noche.
Una noche donde la Luna era llena.
Y las estrellas brillaban por completo. Hacía frío y nuestro único consuelo
eran nuestras ropas… Callados, nerviosos e incomodos por el momento. La noche
siempre es perfecta para enamorar. Temblábamos un poco, sin embargo ninguno de
los dos quería despedirse…
Le miré a los ojos. Sus ojos
castaños revelaban algo. Un brillo… Qué no conocía en esos años de conocerlo…
Su rostro estaba sonrojado, pero no por el frío… Era un sonrojo de nervios, de
añoranza… Era un dulce sonrojo, que adornaba tiernamente su rostro pecoso.
Tartamudeaba un poco y estaba tímido… Él jamás fue tímido… Sin embargo, esa
noche, en ese momento… Las palabras no eran su fuerte. En sus labios carnosos
se surcó una sonrisa tímida.
Fue en ese momento, cuando la
sonrisa tímida me saludó y ese gesto inseguro de valentía me conquistó por
completo… Pues, aunque ya lo sabía, aplacé mucho tiempo el aceptar qué estaba
enamorada de él.
Lo amé desde el momento en que le
llamé amigo. Pero no malinterpreten… Lo amé verdaderamente cómo a mi amigo. Mi
confidente y mi pilar. Me apoyó en los momentos más difíciles, escuchó cada
palabra que tenía que decir, me protegió… Me brindó aquello que muchas personas
me negaron: Su amistad.
Y por eso en aquel momento lo amé.
Pero, sin pensarlo y con el paso
del tiempo; mi amor fraternal, mi amor de compañerismo y complicidad, cambió
poco a poco a uno más íntimo y prohibido. ¿Debido a qué? Él era mucho mayor que
yo y era mi amigo. No podía traicionar su confianza de esa forma, pues él lo
había dicho:
“No
estoy interesado en enamorarme”
No podía traicionarlo amándolo.
Así que, pese a mis nerviosismos,
inseguridades y sentimientos… Me obligué a no amarlo. Me obligué a quererlo
cómo el grandioso y primer gran amigo que tuve. Pero… Todo se enfrío poco a
poco…
Él se alejó… Y me lastimó. ¿Habré
sido yo? ¿Lo habré incomodado? ¿Molestado? O… ¿Se habrá enterado?
Me daba miedo que fuera lo último.
Así que, con dolor y con pesar… Lo dejé ir. No lo retuve y dejé que volara cómo
el ave libre que es. No esperaba su regreso y me preparaba para regresar a mi
soledad…
Pero tan terco es cómo las
águilas….Qué regresó. Regresó y se quedó a mi lado. Regresó, me cuidó y
protegió… Incluso de él mismo. Sabía que la herida no se curaría pronto… Así
qué fue paciente y la limpio, la lavo y la curó con el tiempo…
Y esto, nos llevó a ese momento.
Donde su sonrisa tímida y esa falsa
valentía me hicieron recordar todo eso.
-Me gustas.- había dicho.
¿Qué debía de decir? Estaba
emocionada… Pero tenía miedo a la vez. Lo miré a los ojos… Y sus ojos cafés
tenían un ligero rastro de pavor. Mi corazón se agitó y mi alma se asustó.
Deseaba decirle “A mí también” pero tenía miedo.
¿Y sí era cómo antes? ¿Y sí no
funcionaba? ¿Y sí sólo era mi imaginación?
“¿Y
sí le dices que sí?”
Me dijo mi inconsciente.
-Me gus-gustas…-repitió con temor.
Me armé de valor.
Lo miré a los ojos.
Y le sonreí.
-También me gustas.-contesté.
Esperaba otro tipo de reacción… De
verdad que sí. Pensé que actuaría con gallardía y se regodearía cómo pavo real…
Pero al contrario de eso; sólo se limitó a sonrojarse y taparse el rostro con
sus manos; y acto seguido lo imité.
Me enamoré por completo en una
noche de Abril. Donde la luna era llena y las estrellas brillaban con toda
fuerza.
Sólo estábamos nosotros dos en
aquel parque; temblando por el frío y sin decir palabras.
Lo amaba desde hace tiempo. Pero
esa noche; mi amor fue consolidado.
Así cómo la Luna y las estrellas,
así se volvió nuestro amor.
Las estrellas le juran eterna luz a
la Luna…
Así fue mi amor por él.
Cómo la Luna les promete compañía
eterna…
Así él juró amarme.
En completo silencio están Luna y
estrellas…
Ambos nos consolidamos en uno solo.
Me enamoré en una noche de Abril;
bajo el brillo eterno de las estrellas y la silenciosa compañía de la Luna.