30 de marzo de 2014

Nunca se está solo.

-¿Qué haces ahí?- Me preguntó.
-Déjame… Solo quiero morir.- Contesté
-Ah… ¿De verdad?- Preguntó con cierta… Excitación.
-Si, solo eso.- Afirme al borde del precipicio.
-Si es así, entonces hazlo, yo te espero.

¿Eh? Me quede helado ante la respuesta de aquella voz masculina. Gire mi cabeza y teniendo el cuidado de no caer aún, le mire; y ahí estaba recargado en mi coche. Era un chico de mi misma edad, si no es que un poco más grande, al parecer. Cabello rojizo, con varios mechones negros en todo su cabello y las puntas de un  extraño color naranja haciendo que con el contraste de la luz del sol pareciera que tenía vida propia. Tenía una perforación en la ceja, ojos verdes y pequeños, nariz recta y perfecta, boca pequeña, fina y burlona; sus facciones eran delicadas, pero bien marcadas, su físico era delgado, piel aperlada y un extraño tatuaje en el lado izquierdo de su cuello. ¿Cómo vestía? Pantalón de mezclilla azul, tenis casual, camisa negra y una cangurera como adorno en sus caderas, debía confesar que a pesar de que yo era un chico era demasiado atractivo para mi vista, y algo extravagante debía de agregar.

Olvide por completo mi objetivo ya que el tan solo verlo era demasiado tentador e hinoptizante.

-¿No que te querías morir?- dijo en tono burlón.
-Cállate.- murmuré regresando en si.- ¿Quién eres?
-Esa pregunta deberías de hacértela a ti mismo.- refutó.

Tenía toda la razón.

¿Quién era? ¿Qué quería? ¿Estaba feliz? ¿Satisfecho? Porque… ¿Por qué quería morir?

-No lo sabes, no sabes que quieres… No estás feliz, ni mucho menos estás satisfecho, y quieres morir porque crees que tu vida es patética y aburrida. Aunque bueno, lo ultimo es cierto.- Contesto a todas mis preguntas mentales.
-¿Qué…?

Pero no me dio  más tiempo, ya que trastabillé y resbalé por aquel barranco. Solo recuerdo extender las manos en busca de algún soporte, ver sus silueta acercarse viendo su rostro con una sonrisa burlona mostrándome sus colmillos mientras yo caía hacía el abismo.

Antes de quedar inconsciente lo único que logré pensar fue…

“No quiero morir”



A mis oídos llego un extraño –y molesto- ruido; por a través de mis parpados cerrados una incandescente luz lastimaba mis pupilas. Moví los ojos –aún cerrados- y los abrí de golpe. Los cerré instantáneamente ya que quedé completamente lampareado. Volví a intentarlo pero esta vez parpadeé varias veces hasta acostumbrarme a la luz.

Miré a mí alrededor y quedé perplejo.

¿Un hospital?

Miré mi cuerpo. Al parecer tenía un brazo roto y unas cuantas laceraciones en el resto.

¿Estaba herido? ¿Seguía vivo?

-Si, si y si.- respondió una voz que se me hizo familiar.

Giré mi rostro y sentando en uno de los sofás de la habitación estaba el mismo chico de la última vez, vestido de la misma forma y con la misma sonrisa.

-¿Q-Quien eres?
-Te dije que esa pregunta te la tienes que hacer a ti mismo.- contestó cruzándose de piernas.
-P-Pero…

Por la puerta entraron algunas enfermeras, el médico y mis padres. Yo giré mi rostro para verle, él me miro  y me hizo una seña de que guardara silencio.

-¿Estas bien Ethán?- preguntó mi madre preocupada.
-Señora….-le llamó una de las enfermeras.- Deje que el médico atienda a su hijo.
-Hijo…-murmuró acongojada mientras iba siendo arrastrada a uno de los sillones que se encontraban frente a la cama.

Mi padre la tomó de los hombros y ambos se sentaron en el sillón contiguo donde estaba el chico. No le prestaron atención, lo ignoraron por completo como él a ellos. Eso fue algo raro.

-Joven, lo voy a revisar, por favor cualquier anomalía hágala saber.- anuncio el doctor.

Asentí con la cabeza.

Al parece solo tenía roto el brazo y una costilla derecha –lo más grave del caso- muchos raspones, golpes y moretones por doquier; la caída “accidental” –como lo maneje- fue afortunadamente ligera. Fue un milagro el que saliera vivo de tremenda caída.

-Disculpe doctor…-le llamé
-¿Si?
-¿Quién es el chico que esta sentado cerca de mis padres?

La habitación se quedo en un sepulcral y frío silencio. Las enfermeras dejaron de sonreí y giraron su vista disimuladamente hacía mis padres, después se vieron entre si y me sonrieron con nerviosismo, el médico miro a mis padres y los calmo –creo- con la mirada. Ellos me miraban consternados y asustados.

-Te dije que guardarás silencio.- advirtió. Después se echo a reír. Doblándose de la risa.
-¿Por qué se esta riendo?-dije algo molesto.- ¿Nadie lo ve?
-Ethán…
-¡Mamá! ¡Papá! ¡Está sentado en el sillón de a lado!- dije ya alterado.

Las enfermeras me sostuvieron  y el doctor colocó un sedante potente que a los segundos ya estaba causando efectos en mí; comenzando a sentirme adormilado.

-Verán…-les dijo el médico a mis progenitores dándome la espalda.- Muchas veces, cuando se sufre este tipo de accidentes tienen como consecuencia algunas alucinaciones…
-Yo…no…-decía ya un poco adormilado.
-Con el tiempo y con la ayuda de algún medicamento se le pasará.

Mi madre asintió llorando y mi padre con el semblante serio la abrazo. Mis parpados pesaban y comenzaba a ver borroso. Vi como el chico de cabellos rojos se levanto de su lugar, camino hacía mí se inclino y a pocos centímetros de mi oreja susurró:

-Solo tú puedes verme… Ethán.

Mis parpados cayeron y me perdí en la inconsciencia.

 -Bello durmiente…-decía una voz cantarina.- Bello durmiente… ¡Despierta!

Y como si hubiera sido amaestrado por esa voz, abrí los ojos instantáneamente. Está vez no quede cegado por la luz, ya que era de noche.

-¿Sigues aquí?-fue lo primero que se me ocurrió.
-Hola, yo estoy bien ¿Y tú? Gracias -se quedó callado y luego se carcajeo- Mejor que tú si estoy.
-Deja de burlarte y vete.- le ordené.
-¿Blanca Nieves esta enojado?-dijo haciendo un extraño pero adorable puchero.- Vamos Ethán… Dale gracias a la vida, Destino, Dios o como quieras llamarlo que sigues con vida.

Me quedé callado por unos segundos y después le miré. Él me observaba con sumo interés sentado en una silla aún costado de la cama.

-¿Qué hora es?
-Tres de la mañana.- respondió serio.
-¿Y mis padres?
-Durmiendo en la sala de espera.
-¿El doctor?
-Follándose a una de las enfermeras.- respondió burlón, no pude evitar sentirme avergonzado ante la respuesta de él, al ver mi expresión se soltó a reír como enfermo mental y después de haber derramado algunas lagrimas por la risa se calmo.- Nah~ está doblando turno y cuidando de que todo vaya bien en el piso que le toca.
-¿Quién eres?-pregunté.
-¿No te cansas de hacer esa pregunta?- preguntó molesto.

Negué con la cabeza. Él suspiró y miro al techo.

-Tengo muchos nombres, o bueno, ustedes me ponen demasiados nombres.-comenzó.- Por cualquiera de ellos que me llames estará bien.
-Entonces… ¿Cómo te llamas?-pregunté.
-Raum.- Contesto con tranquilidad.
-¿Q-Que eres?- pregunté temeroso ya que jamás había escuchado ese nombre y por lo de “tengo muchos nombres” me hizo ponerme alerta.- ¿Po-Por que solo yo puedo verte?

Se rio y se acomodó en la silla.

-Ethán haces muchas preguntas…-dijo divertido mientras ponía ambos brazos detrás de su cabeza.-… Y algunas respuestas no son gratificantes.- finalizo serio.

Me quedé callado y miré mis manos nervioso. Algo me decía que ya no hiciera preguntas y me conformará con lo que ya sabía, pero era una persona demasiado curiosa –quizás un defecto mío- y la misma curiosidad me carcomía de una forma lenta y tortuosa obligándome a hablar de más.

-Deberías de dormir.-dijo poniéndose en pie de golpe asustándome un poco.- Con el tiempo entenderás.
-Espera…-le llamé.
-Descansa-ordenó, se dio la vuelta y salió por la puerta.
.
.
.

¿Por cuánto tiempo más iba a ser así?

-Hasta que te mueras.- respondió.
-Cállate imbécil, jamás pedí tu opinión.
-Heee~ Andas muy molesto hoy.- dijo lamiéndose los labios, como si eso fuera  una buena señal.- Me incitas a molestarte más.
-Piérdete.
-No puedo.
-Púdrete.
-Lo hago a cada rato.
-Muérete.
-Jajajaja, pides imposibles.
-¡Desaparece ya de mi vida!-grité lanzándole unos libros, mientas él con movimientos gráciles los esquivaba con facilidad. Después comenzó a carcajearse.

Mis padres subieron a toda prisa a ver que sucedía. Al abrir la puerta observaron el desorden que arme al lanzarle los libros a Raum, al verme molesto, eufórico y fastidiado los puso en alerta y papá salió despacio para ir por mis medicamentos.

-Hijo…-habló con dulzura mamá.- ¿Otra vez…?
-No son alucinaciones, mamá.- contesté fastidiado y de pie.- No lo son…-murmuré con impotencia.

Me senté en la orilla de la cama y observé como Raum se sentaba en la silla de mi escritorio, completamente divertido y sintiéndose a gusto en la situación en la que estaba, lo fulminé con la mirada, él solo me regreso el gesto con una sonrisa ligera. Mamá se sentó a mi lado y comenzó a hacerme círculos en la espalda, eso me tranquilizaba en un pasado, pero ahora me estresaba más… Eran diferentes las cosas. Deje mis codos recargados en mis rodillas y mi cabeza mirando completamente hacia el suelo, mientras escuchaba incesantemente el silbido de él. A lo lejos escuche los pasos nerviosos de mi padre.

-Te van a medicar…Pirado.

Solo apreté la mandíbula. No quería darle la victoria. Él me miró y sonrió de lado.

“No lo lograrás” pensé.

-Claro que si.- contesto confiando y más relajado de lo normal.- Y con mucha facilidad.

Negué con la cabeza.

-¿Todo bien cariño?-preguntó mamá.
-Si…-la miré y miré a papá que apenas había entrado a la habitación.- Hey… No necesito de eso, y lo saben.- dije señalando con la mirada el frasco de pastillas.
-Ethán…-comenzó papá.-…El médico dijo que solo sería por un tiempo.
-Ósea el resto de tu vida, querido Ethán.- Añadió aquel chico lleno de cizaña.

Solo me mordí la lengua.

-Hijo…-intervino mamá.- recuerda que es por tu bien…
-¿Bien?-agregó él.- ¿No te das cuenta que te están drogando? Te están cociendo el cerebro con lentitud, y déjame decirte Ethán que está quedando bien cocido para dejar de funcionar en un momento u otro. Ahí si quedarás completamente loco.
-No es verdad.- murmuré.
-¿Ethán?-preguntaron mis padres al unisón.
-Sabes que es verdad.- contesto serio.- Creen que estás loco, si no, ¿Por qué te medican entonces? Creen que los medicamentos harán que tu cerebro regresé a la realidad…
-Cállate.- murmuré fastidiado y dolido, por que era la verdad.
-Et-Ethán…-hablaron mis padres preocupados, pero les ignoré.
-…Creen que quedaste mal por tu “pequeño accidente” –hizo comillas en el aire.- Aunque tu y yo sabemos que eso fue un intento de suicidio.- coloco sus dedos pulgar e índice en su barbilla pensando.- ¿Cierto?
-¡Eh dicho que te calles de una buena vez!-dije gritando, poniéndome de pie y mirándolo a los ojos.
-¡Ethán!

Papá salto sobre mi, mamá tomó las pastillas y entre ambos trataron de inmovilizarme tumbándome a la cama. Lagrimas de rabia, odio y decepción caían por mis mejillas. Ambos me veían con expresión triste.

-Lo siento.- murmuró ella con lágrimas en los ojos.

Papá me inmovilizó de piernas y brazos mientras ella se sentaba sobre mi pecho y con una mano me tomaba el rostro con fuerza y decisión, metió dos dedos con la pastilla azul que odiaba tanto. Sentí como en mi garganta comenzaba a atorarse esa cosa. Y mi vista periférica solo podía ver a un molesto e inconforme Raum. No tuve más opción que tragarla o moriría ahogado por eso.

-Eres tan idiota…-murmuró molesto saliendo de la habitación.

Cuando el efecto de la medicina comenzó a hacer su efecto mis padres me soltaron con alivio sentándose en el suelo y comenzando a llorar en silencio –o un pobre intento de ello- Me pedían perdón constantemente.
-hijo…Lo hacemos por tu bien –decía mama ahogada en sus lagrimas. Papá solo la abrazo y ella lloraba con más fuerza.

-Te queremos- dijo él.- Por eso lo hacemos.
-Q-Quiero dormir…-dije haciéndome ovillo y pegándome a la pared.- solo…Déjenme solo.

Ellos se pusieron de pie y salieron de la habitación, yo solo cerré los ojos y comencé a pensar antes de quedar dormido por la pastilla.

Raum tenía razón, aunque claro está que jamás lo aceptaría frente a él. Mis padres me tachaban de loco y aquellas “alucinaciones” no eran nada más que síntomas de esquizofrenia –según el doctor- comencé a sentir el cuerpo pesado y atrofiado. Aquella pastilla solo era para hacerme dormir y así evitarles problemas y vergüenzas a mis padres.

Habían pasado alguno meses desde que me dieron de alta, mi brazo y costilla habían mejorado y de hecho hubo un tiempo en el que Raum desapareció y yo me sentí aliviado porque entonces, creí que el médico tenía razón, pero después unas semanas de mi alta del hospital él regreso; comenzando a fastidiarme la vida, y provocando las peleas que tenías comenzando a preocupar a mis padres. Fue entonces cuando ellos acudieron al médico y él les contó de una posible esquizofrenia. Tenía miles de preguntas; pero aún había una pegunta mucho más importante.

¿Quién o qué era Raum?

Porque estaba más que claro, que humano, no era.

Esa era una muy, muy buena pregunta, por que lo poco que sabía de él –durante este tiempo- era que solo yo  -y lo más extraño- podía verlo. Estaba más que claro que él leía mis pensamientos, era sarcástico y burlón y tenía un extraño sentido del humor haciéndome molestar a cada momento.
Al principio y solo por querer agarrarme de algo creíble apoye la teoría de que eran alucinaciones mías –cuando él regreso- pero al momento de que podía tocarlo, olerlo, sentirlo, escucharlo  y ver como él interactuaba con mi mundo hizo que mi perspectiva cambiará y creyera que él era real.
Entonces ¿Por qué solo yo le veía?
* * * *

-Despierta…-decían a lo lejos.- Despierta…
-Déjame.
-No, sabes que jamás lo haré, además ¿Qué es eso? –dijo cruzándose de brazos- Aún que te despierto, eres un malagradecido Ethán.
-Para desgracia mía, seguirás aquí fastidiándome.- dije colocando una almohada en mi cabeza.
-Y fortuna mía.
-Imbécil.
-Poca cosa sin autoestima.

Suspiré, había perdido la cuenta del tiempo que él llevaba conmigo, la perdí cuando pasaron los tres meses; creo que ya era medio año –o un poco más- el que llevaba con él. Creo que el “tratamiento” que el médico me dio, a final de cuentas si me estaba dejando loco.
Estaba más delgado de lo normal, ojeroso, cansado sin ninguna razón, dolores de espalda, me deprimía sin ningún motivo o me ponía energúmeno, parecía más un muerto en vida. El doctor había dicho –en mi última visita- que esos podían ser consecuencias secundarias del tratamiento.

-Es mentira.- dijo él sacándome de mis pensamientos.
-Tú que sabes.- dije dejando de verme en el espejo del baño.
-Más que tú si, claro está.- contesto cruzándose de brazos.

Solo rodé los ojos.

Había veces que ya no asistía a la universidad por que los dolores de espalda me impedían levantarme de la cama, para eso también comenzaron a medicarme; y otras tantas: el cansancio era tal que me desmayaba o mi presión arterial y otras situaciones comenzaban a estar fuera de lo normal. Tan mal me ponía que algunas situaciones Raum se burlaba de mí y otras tantas solo se quedaba en silencio.

-Pensé que eras más fuerte- dijo recargado en el marco del baño; está era una de esas veces en las que se burlaba- Mírate; estás delgado, ojeroso, no comes, tus ojos estas hundidos y te están empastillando cada vez más.
-Gracias- dije si ánimos.
-Das pena amigo.- finalizó.

Le ignoré y me senté en la silla del escritorio, prendí la portátil y decidí vagar un rato por internet, ya que hoy era uno de los tantos días que ya no iba a la escuela. Él solo se acostó en la cama y miró el techo ignorándome olímpicamente. Yo por mi cuenta me coloqué mis audífonos y también decidí pagarle con la misma moneda: la ignorancia. Comencé con trivialidades en la red y conforme pasaba el tiempo me adentraba en temas diferentes a los pasados. Solo fui consciente de la presencia de mamá entrando a mi habitación y dejando una bandeja con comida en la parte derecha de mi escritorio. Cuando me dio curiosidad voltear a ver, tomé el vaso de agua de guayaba y leí la nota que dejo con la comida.

“Vamos a salir tu padre y yo, regresaremos por entrada la madrugada. Come por favor.
Te queremos”

Le di un pequeño sorbo al vaso y una mirada al emparedado de atún que me había preparado. Le di una mordida e intenté saborearla, ninguno de los dos tenía sabor para mí. Genial.

Raum por su lado, soltó una risilla burlona. Le ignoré, hasta le divertía el hecho de que mi comida me supiera insípida.

Regresé a la portátil y me encerré de nuevo en mi mundo con la música como mi fiel compañera, seguía vagando y comenzaba a aburrirme hasta que me topé con un tema que curiosamente llamo mi atención “demonios o espíritus que siguen a los seres humanos” Entré a las paginas que hablaban sobre dicho tema y comencé a leer con exagerada curiosidad aquel tema y por extraño que pareciera –o no- comencé a relacionar el tema con el inquilino molesto que tenía. Giré mi rostro, me quité los audífonos y le miré.

-Sé que soy atractivo y que te sientes impresionado por mi belleza, pero si me sigues mirando, me acabaré.- dijo mirando aun el techo con sus brazos en la parte de atrás de su cabeza.
-Raum…- le llamé con seriedad ignorando la “broma” que había hecho.

Me ignoró.

-Imbécil.- le llamé, pero al parecer el techo se convirtió en una atracción interesante para él.

Suspiré y regresé a mi lectura suspendida; y hubo varios puntos que me hicieron pensar.

“Por lo regular son espíritus que siguen a los seres humanos por varias razones, algunas por que se les ha invocado de una forma consciente o inconsciente; estos entes no necesariamente tienen que ser de origen demoniaco o angelical, si… Porqué aun que no lo crean los ángeles también persiguen a los humanos. Verán, nosotros los humanos somos una de las cosas más preciadas por la creación de un Ser supremo (llámenle como quieran) y al ser tan valiosos eso despierta la curiosidad en ellos. Muchas de las razones por las que un espíritu, ente, demonio o ángel siguen a los humanos es por el tipo de luz que emana su ser (Recuerden que somos seres de luz) la esencia del mismo ser, por como dije hace poco invocarles queramos o no (recuerden que ellos acuden a cualquier tipo de llamado) y puede ser también la posibilidad de que aquel involucrado haya realizado un viaje astral y haya dejado alguna puerta abierta…”

-Raum… ¿Eres un demonio?-dije mientras me quitaba los audífonos.

El ambiente, por muy extraño que pareciera cambio abruptamente. De estar fresco y tranquilo, comenzó a hacer calor y comencé a sentirme ansioso y algo preocupado. Él se sentó con tranquilidad y se recargó en la pared.

-¿Por qué dices eso?- me miro con sus ojos verdes.
-Bueno…-dije girando la silla para verle a él y a la pantalla de la portátil.- Es que hay unos temas en internet que describen ciertas situaciones de personas  en especial y pues…
-Pues…
-Se parecen mucho a lo que me pasa…contigo.
-No siempre creas lo que ves en internet.- dijo serio. Después comenzó a negar con la cabeza y sonrió de lado.- Ethán… Ustedes los humanos son tan divertidos… Qué eso los hace interesantes.
-Entonces… ¿Lo eres?-pregunté.
-Demonio, ente, ser, energía mala o buena, fantasma, espíritu, como quieras llamarlo.- se encogió de hombro.- Lo soy.

No me sorprendí, por que en el fondo al parecer ya tenía una ligera idea de lo que él era. Me miro y le mire ambos nos quedamos en un silencio incómodo sin saber que hacer, yo esperando a que él hablará y él esperando a que lo olvidará.

-¿Qué?
-¿No me lo dirás?
-¿Tengo que?
-Es lo menos que merezco.
-Eres un simple humano.- dijo con cierto tono de desprecio.
-Pero estas acosándome día y noche.
-Buen punto.
-Dime.
-¿El que?
-No te hagas idiota.
-El idiota eres tú.

Me estaba sacando de mis casillas. Aquel… ser, le encantaba verme molesto. Cerré los ojos y suspiré, traté de calmar mi respiración ya que esta se había vuelto superficial. Escuche su risa y le fulmine con la mirada.

-¿Sabes por qué te hago enojar?-preguntó relajado.
-Ni idea.- conteste con ironía.
-Por que así tus defensas bajan- se rio al ver mi cara de incredulidad.- Al estar indefenso anímica, y físicamente me es más fácil poder alimentarme de ti.
-¿Te qué?-dije incrédulo.
-Me alimento de ti; ¿Acaso no leíste eso? Si eres idiota Ethán.- negó con la cabeza.
-¿Por eso mi cansancio?-asintió- ¿Y los dolores de espalda y de cabeza?- Afirmó una vez más.

Le miré molesto. A ese bastardo quería matarlo con mis manos.

-Inténtalo, pero sabes que no se puede, digamos que en plano terrenal ya lo estoy.

Se rio en frente de mi como diciéndome “por más que intentes no podrás deshacerte de mi” mi mente comenzó a trabajar de una forma inverosímil y llegó a miles de hipótesis pero todas fueron desechadas con la misma rapidez con la que llegaban hasta que me detuve en una… ¿Sería posible que…?

-Y aunque así fuera, no moriría ni desapareceré.- contesto a mi pregunta no formulada.- Verás solo estoy contigo por el tipo de “energía”-hizo comillas- que tienes, ya que es un gran manjar para los de mi especie.-hizo un pequeño silencio y agrego.- A pesar de los serios problemas existenciales que tienes; pero eso para mi es un plus, ya que lo tomo como diversión, así que no me afecta ni en lo más mínimo el que tu mueras o no. Suspiré cansado. Cerré la portátil. Tome mi reproductor de música y los inseparables audífonos. No quería estar cerca de él.

-¿A dónde vas?
-A perderme de tu vista.

Solo bufó. Tomé una chamarra con gorro y salí de la casa dando un fuerte portazo.

Afuera el  clima era demasiado agradable y me relajaba hasta cierto punto. La noche estaba apunto de caer y el crepúsculo del día era poco notorio por las nubes grises que se acumulaban en el cielo, por el viento gélido y la ligera llovizna que había comenzando a caer. Camine sin rumbo  por las solitarias calles del vecindario hasta que terminé en el parque cercano a mi casa.

Me senté en una de las bancas y miré el cielo.

¿Cómo me había atado a una cosa así?
¿Qué fue lo que hice para que él me siguiera?
¿Mi intento de suicidio?
Suspiré cansado. Muy cansado.
En que lío me había metido…

-Algunos pensamientos, palabras o deseos se pueden hacer realidad.- se oyó la voz de él por encima de la música que me brindaban los audífonos.

Miré a todos lados y él estaba recargado bajo un árbol, con un pantalón de vestir negro, zapatos negros y bien lustrados y una gabardina gris que le tapaba de la pantorrilla hasta el cuello; su cabello se movía con el viento haciéndolo ver mucho más impresionante. Me miró y sonrió socarrón, me molestaba esa actitud de él. Camino tranquilo hacía mí con las manos en los bolsillos y a unos metros de mí, dos niños se le quedaron viendo fijamente.

-¿Qué ven?-preguntó intimidante.
-N-Nada…Señor…-y ambos salieron corriendo.
-¿Por qué te pueden ver?-pregunté quitándome ambos audífonos.
-Son niños.- dijo como si fuera lo más obvio.- Los niños perciben lo que los adultos se niegan a ver.
-Ah…

Nos quedamos callados, hasta que las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer.

-Una vez tu deseaste, en uno de tus momentos depresivos y en los que pensabas con mayor lucidez…- inicio siendo empapado por las gotas gruesas y frías de lluvia.- Que querías que algo fuera de lo común pasará en tu aburrida y patética vida. Yo te escuche en ese entones por casualidad. Te observe por cierto tiempo y llegó un punto en el que me obsesione contigo; después de conocerte y vigilarte descubrí el tipo de energía que emanabas y al probarla quede atado a ti.
-¿Algo así como amor?-pregunté.
-Si tu lo ves de esa forma, si. Pero para mi solo es comida.

Tenía razón, yo había hecho ese estúpido deseo con todas las fuerzas que tenía en ese entonces lo deseé con tal intensidad que jamás creí que se fuera a realiza y menos que “este” tipo de cosas me sucedieran.

-Pues pasó.- contesto.
-¿Hasta cuando te vas a quedar?
-Hasta que mueras o en su defecto me aburra de ti, pero sucederá primero lo otro.
-¿Tú decides eso?
-Si se me pega la gana si.

Me levanté molesto. Ambos ya estábamos más que empapados por la lluvia, le miré furioso y él me regreso una mirada tranquila.

-Tu no decides eso.- dije alzando la voz para que me escuchara por encima del ruido del agua.
-Claro que si.- contesto serio y agrego.- ¿Quién crees que impidió que murieras hecho pedazos en el barranco?

Me giré y le ignoré. Le iba a demostrar a ese desgraciado que él no tenía control sobre mi vida, que yo en cualquier momento podía decidir si morir o no. Comencé a correr y escuche a lo lejos el grito de él.

-¡Ethán!
-¡Déjame!

La lluvia nublaba mi vista, así que no veía por donde corría, el suelo era resbaloso, por lo que en consecuencia podía caer, y no me equivoque, varías veces caí al suelo pegándome en el pecho y pate del rostro. Me levantaba aun más molesto y seguía corriendo sin dirección y sin poder ubicarme correctamente. Tenía planeado suicidarme, pero el destino se me adelanto. Tropecé –una vez más- y resbale cayendo directamente pecho abajo a la mitad de la calle con un tobillo lastimado. A lo lejos observé las luces delanteras de un camión de carga pesada.

Cerré los ojos y sonreí con victoria. Solo esperaría el golpe y seria el final de todo.

Pero jamás llego.

Al abrir mis ojos me encontré sentado en la acera y a mi lado estaba un Raum completamente molesto, fulminándome con su mirada verde.

-Morirás cuando yo quiera –señalo.
-Yo jamás te pedí que decidieras eso por mí.
-¡Cuando yo quiera, como quiera y en donde quiera!- gritó
-¡No puedes!
-¡Claro que puedo!-dijo inclinándose un poco para mirarme y enseñarme sus colmillos.

Le miré desafiante y después comencé a carcajearme. A él le descoloco por completo mi actitud.

-¿Quieres apostar?-le reté con la mirada y una sonrisa burlona.
-¿Estás seguro niño?- Dijo con un brillo en los ojos.
-Más seguro que nada.
-Está bien.- se enderezó.- Será interesante el juego.
-Vaya que si.- refuté.

Y nuestra apuesta fue sellada con un intercambio de miradas retadoras y como fondo los truenos de aquel día lluvioso.


 Había pasado ya medio año desde ese día.
Medio año tratando de demostrar que era verdad.
Medio año soportándolo, retándolo, viéndolo, alimentándolo.
Medio año por el cuál traté de darle guerra.

-Te dije que no podrías conmigo-dijo sentando a mi lado.
-Aún no acaba la apuesta.- dije divertido.
-¿Eh?

Tomé uno de los tenedores con los que estaba comiendo y me lo ensarte en el cuello. Brotó rápidamente el chorro de sangre y con mis ojos desorbitados le miré a él para poder burlarme de su expresión, que en ese momento era incrédula. Me reí con tal fuerza que escupí algo de sangre completamente feliz.

-¡T-Te… eh… ga-ganado!- balbuceé.

“Alerta 45, en el ala Norte del edificio, todo el personal disponible favor de presentarse con rapidez”

Las enfermeras corrieron en mi auxilio y el resto del personal libre corrió hacía mi. Unos comenzaron a tranquilizar al resto que se encontraba en el comedor, mientras que unos médicos  y unos enfermeros me comenzaban a dar primeros auxilios. Mi vista se nublo un poco y miré a lo lejos a Raum. Él negaba con la cabeza. Después sonrió.

-No me vencerás.

Lamentablemente lograron salvarme, tuvieron que realizarme varias operaciones de emergencia y lograron salvarme la vida. Una vez que me recuperé de ese “accidente” me transfirieron del ala normal –que estaba en el oeste.- Para pasarme al edificio de pacientes más peligros e inestables del lugar.

Ah, es verdad. En mi intentó de ganar esa apuesta a Raum, fui internado en un hospital psiquiátrico por el sinfín de intentos de suicidio que lleve a cabo en ese medio año que había pasado.

Mis padres me internaron, pensando que yo estaba loco.

Cuando les conté sobe él, lo único que hicieron fue llorar y llamar al médico que aún seguía pendiente de mi caso. Después él contacto al hospital en el que estoy para poder internarme lo más pronto posible. No me negué por que sabía que era algo estúpido. Pero seguí intentando mi propósito de suicidarme.

Morir por mi propio deseo. Era una de mis fantasías más grandes.

Pero Raum siempre lo impedía. De una u otra manera, siempre estropeaba eso.

Fue así que terminé en este lugar.

Ambos habíamos decidido jugar este juego, peligroso; pero excitante a la vez.

Él tratando de mantenerme con vida.

Yo… tratando de arruinarle sus planes.

Fue así que aprendí a vivir con él.


A costa de mi propia vida.

2 de marzo de 2014

Mi Principito

Mi Principito no es de este mundo.
Mi Principito no sabe lo que es una torta.
No conoce lo que es una maruchan.
Vaya pues, mi Principito está educado de una forma muy anticuada.

Algunos considerarán que mi Principito no existe.
Pero para mi es mucho más real, que los rayos del Sol.
Otros dicen que abandone a mi Principito...
Pero, ¿Cómo abandonarlo? ¿Con esa carita?
¿Con esos ojitos? Cómo dejar, ¿Aquella cantarina risa?
¿Esos ojos sinceros? ¿Esa aura inocente?

Muchos creen que solo es fantasía... Misterio y obsesión.
Yo digo que es amor. Yo digo que es cariño y protección.

Mi Principito es extraño... ¡Único en su clase!
Nadie puede superarlo y nadie puede igualarlo.
Algunos dicen que es Rey, otros que es Príncipe...
Un duque o quizás el mismísimo Lucifer o Dios.

Pero... Sí me preguntas a mi...
Sí me pides opinión...
Para mí... Él... Simplemente...
Es un Principito.

Tierno, dulce, enamorado.
Amable, caballeroso, tímido.
Inocente, divertido y protector. Es cómo aquellas cosas...
Qué no se pueden ver con los ojos,
pero sí con el corazón.

Mi Principito es amor.
Mi Principito es color.
Mi Principito es razón.

Dirás "Solo es obsesión"
Pero, ¿Qué es para ti el amor?
Sí, tal vez obsesión.
Pero para mi... Es una bella emoción, una preciosa sensación.

Mi Principito no es de este mundo.
No sabe lo que era comer con los dedos.
No sabía que era aquello. Ni lo otro.
Mi Principito, tenía modales distintos a los míos...

Pero ese Principito, se enamoró de una  Plebeya...
Qué le entregó su corazón.