De nuevo aquellas palabras tan molestas. Otra vez aquellos gritos petulantes; y sin embargo permanezco callado; en silencio observando molesto y divertido tu actitud un tanto estúpida.
-¿Has entendido todo lo que te eh dicho?- vociferas como por tercera vez.
Solo asiento con la cabeza; tratando de no dejarme llevar por aquel instinto que el ser humano ha reprimido por muchos años. Niegas con la cabeza totalmente molesto y te vas; dejándome en la comodidad y la soledad de mi habitación. Me acuesto en la cama tratando de reprimir todos estos sentimientos negativos que comienzan a aflorar conforme recuerdo "tu plática". Te molesta todo de mi, esa es mi conclusión, pero más sin embargo me sigues alentando a que continué y sea una persona de bien... ¿Confuso no crees?
Cierro los ojos y trato de regular mi respiración, sé que no ganaré nada si me pongo igual que tu. De antemano sé que jamás podré ganarte en una plática o pelea verbal, por el simple hecho de que eres y serás mi progenitor.
-Que fastidio...-susurro
-Podrías cambiar todo eso...
Me levanto de golpe en la cama y observo mi habitación vacía y oscura. No hay nadie, pero más sin embargo sé que escuché una voz; una voz terrorificamente seductora pero a la vez peligrosa. Me tallo los ojos y trato de enfocar mi vista en la oscura habitación. "Si quizás sea mi imaginación" pienso, me vuelvo a acostar en la cama y cierro los ojos.
-Sabes que no es tu imaginación, Ian.- me llama de nuevo esa voz
Ahora completamente alterado me levanto y prendo la pequeña lampara de noche que se encuentra a escasos centímetros de mi cama. Cuando encendí la luz, aquella suave y seductora voz soltó una carcajada en voz baja y yo completamente aterrado pero hasta cierto punto excitado voltee a ver al dueño de aquella voz.
-Ian, solo tienes que pedir aquello que llevas deseando desde hace años.- contesto como saludo.
Yo solo puedo estar idiotizado por lo que veo en mi habitación; aquella mujer tenía belleza increíble e inigualable, cabello negro, largo y lacio; un cuerpo que no cualquier mortal pudiese tener piel blanca, uñas largas y negras, sonrisa sarcástica y victoriosa y vestida con un traje de falta color rojo. Sigo sentado en mi cama observando a aquella maravilla de mujer; mientras que en mi cerebro trato de buscar una manera lógica de todo esto que esta pasando.
-No tengo tu tiempo.- cruzó las piernas.- Es hora de que decidas Ian.
-¿Decidir que?- me hago el ingenuo.
-Ambos sabemos.- hizo una mueca de desprecio.- Pero si quieres que te lo recuerde lo haré.- guardo silencio y volvió a hablar con un tono de voz fuerte.- Desde hace tiempo tienes sed de venganza...
-Yo...Yo...
Ella sonríe, y en sus ojos color gises aparece un destello rojizo. Ese cambio en sus ojos hace que me den escalofríos pero algo muy dentro de mi me dice que acepte tal situación. Ella menciono que podía cambiar todo ¿Como sería eso? Muerto por al curiosidad, asiento lentamente aceptando lo que me propuso sin ponerme a pensar en las consecuencias, solamente siendo consciente de que pronto obtendré mi venganza...
Me tendió una pluma y me pidió que en mi mano escribiera mi nombre y el de ella. Obedecí y en cuestión de segundos mi mano comenzó a arder y en la palma aparecieron llamas en formas de letras...
-¿Que sucede?-pregunto alarmado, pero sin sentir la quemazón de aquellas llamas azules.
-Es la manera de cerrar nuestra conversación, ya pasará.
Me tranquilizo y veo como poco a poco las llamas se van esfumando dejando ahí mi palma intacta.
-Bien.- se pone de pie, acomoda su traje y me extiende la mano.- Acompáñame.
-¿A donde?- pregunto desconfiado.
- Al Infierno, acabas de firmar tu sentencia.
A final de cuentas termine en un lugar mucho peor en el que yo vivía. Pero no me arrepentí de aquel pacto que hice con ese demonio; a final de cuentas.... La venganza siempre es dulce.
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