22 de noviembre de 2012

Había una vez...

Había una vez un chico que le gustaba la noche. Bueno, a la mayoría de sus conocidos les gustaba la noche. Pero él tenía una razón en especial, un motivo del por que amaba la noche.

Tal vez otros tenían el mismo motivo, pero él creía que era único su sentimiento.

Amaba la noche por muchos motivos; quizás desconocidos, o conocidos; pero eran SUS motivos. Amaba la noche por que era fría y solitaria, como su vida. Pero eso no le molestaba, al menos ya no; había aprendido a vivir de esa forma, y le gustaba su nueva forma de vida; siendo él y solo él, sin compañía de otros, ni necesidad de acudir a alguien más; disfrutaba de ese momento que pocos, solo muy pocos se daban; el disfrutar de estar consigo mismo.

Otro motivo era la frescura. Ah~ la noche para él era tan maravillosa y fresca, con la brisa que desprendía entrando el crepúsculo del día sentía como sus penas, dolores y alegrías se iban con esa ligera brisa de viento gélido.

Amaba el silencio; oh si, ese silencio que a muchos perturba, lo amaba como a nada, por que ahí mismo encontraba las respuestas a muchas dudas que tenía, el silencio era un buen consejero, pensaba el chico.

Adoraba con devoción extrema la luz tenue de la Luna y de sus inseparables compañeras las estrellas. Por que a pesar de lo espesa que podía ser la noche, siempre existía esa tenue pero hermosa y tranquila luminosidad que alumbraba su camino y pensamientos.

Idolatraba al frío, por que él; aquel hermano cruel y despiadado le hacía saber que estaba vivo; que, a pesar de lo que le ocurría en el día, aún tenía las sensaciones y emociones para darse el lujo de sentir.


Pero... De vez en cuando, solo de vez en cuando, detestaba todo eso. ¿Por que? Porqué aprendió a amar todo aquello de la peor forma: Quedándose solo, siendo rechazado, olvidado y juzgado. Jamás fue de importancia -aunque muchos le decían lo contrario.- Él sabía con los hechos y palabras de las personas, que jamás fue de importancia; al menos no la que él quería tener. Era indispensable para muchos; pero nadie se dio la pauta de ser indispensable para él.

Interés. Era todo lo que había ahí. Interés. Pero él mismo se dijo, que; si su destino era estar solo, con gusto lo aceptaría.

Y así fue como el chico amo la noche. Siendo un hijo de la Luna, hermano de las estrellas y un cómplice más del frío.

Pero esto... Solo era una vez...