15 de julio de 2012

Oscuridad


Escondido tras las puertas de aquel viejo y gastado ropero se tapaba la boca para tratar de no hacer el más mínimo ruido. Lamentablemente; aquel viejo y gastado ropero tenía agujeros y por medio de ellos podía ver lo que estaba sucediedo a su exterior.

¿Cómo fue que llegaron a ese punto tan crítico?

Sabía de ante mano que su madre, jamás fue una buena mujer.  Bueno, una buena madre; en general nunca fue un ser humano de su devoción; siempre fue irresponsable, ingenua, despreocupada. Le gustaba la vida fácil; vivir despreocupadamente sin importarle el mañana; vivir día con día, conforme a lo que viniera sin preocuparse por lo que le sucediera a ella, o a su alrededor.

-¿Mamá?-susurró preocupado.

Solo se escucho un grito ahogado seguido de muchos ruidos sordos. Aquel chico de tan solo siete años, se tapo la boca y dejo que sus bellos y asustados ojos avellanas soltaran unas cuantas lagrimas impregnadas de lo más horrible que el ser humano pudiera sentir: Miedo. Sus pequeños orbes se movían hiperactivos tratando de buscar de entre aquellos agujeros la figura materna que jamás estuvo acostumbrado a apreciar.

¿Quién se supone que era él? ¿O era ella?

Porque lo poco que lograba ver el chiquillo, solo eran dos cuerpos luchando; uno probablemente por su patética y corta vida; mientras que el otro trataba de luchar por lo contrario: robarle su vida. Y es en ese punto en donde el chico se preguntaba; ¿Por qué estaba sucediendo esto? ¿Qué fue lo que hizo su despreocupada e irresponsable madre; para que la estuvieran tratando de matar?

“Bum, Bum, Bum” hacía su corazón frenéticamente; asustado se toco el pecho de tal forma que sus pequeñas, frías y sudadas manos pudieran acallar aquellos gritos desesperados de su corazón. Siguió buscando con la mirada rastro de su madre o de aquella otra persona que se encontraba en la casa.

Silencio.

Fue lo único que pudo escuchar y sentir. Silencio. Pero no era el típico silencio al que uno esta acostumbra; no, aquel silencio era en especial pesado, atrayente y perturbador hasta cierto punto. Inconscientemente comenzó a llorar y una vez más se tapo la boca para evitar que de ella salieran gemidos o sonidos que pudieran llamar la atención y hacer que su existencia peligrara.

Pasados unos minutos –y tras haberse calmado- decidió que, debía de salir de aquel viejo ropero e ir a investigar que fue lo que sucedió. Con temor y demasiada parsimonia el chico de cabellos negros salió con sigilo y con cuidado de no hacer ruido camino por aquella sucia y descuidada habitación, perteneciente a su madre.

Bueno, estaba seguro de una cosa: lo que era la habitación de él, su madre y el baño estaba libres de peligro. Solo le faltaba la cocina y la sala de estar. Con cuidado y respirando con dificultad camino descalzo por aquel pasillo oscuro; siempre palpando con su mano derecha la pared en busca de apoyo y conocimiento de por donde iba. Cuando hubo llegado al final del corto –pero largo para él- pasillo, quedo pasmado al ver que las luces estaba apagadas también.

-Diablos- murmuró.

Con cuidado dio tres pasos y encendió el interruptor; iluminando la sala por completo.
Sus ojos tardaron en acoplarse a la luminosidad y una vez hecho esto; juraba que moriría dé la impresión.

Una persona estaba sentada en uno de los viejos sillones que tenían ahí; esta persona estaba sentada para ser exactos en el sillón de una plaza, vestida con unas botas negras de militar, pantalón negro de mezclilla y una sudadera negra también con gorro tapándole esté la cabeza dejando solo al descubierto cabellos negros azabache y largos.

-¿Q-Quien eres?-tartamudeo aun paralizado cerca de la pared.

-¿Importa?-refuto la persona con una voz sumamente suave.

-C-Creo que si…

-No me creerías si te digo quien soy.- refutó el invitado inesperado.


¿Qué tenía de malo saber quien era él? ¿O ella? Trato de ver su rostro, pero entre más se esforzaba se daba cuenta de que le era imposible distinguir alguna facción de su cuerpo, lo único visible eran sus manos que; solo eran cubiertas sus palmas por unos guantes de cuero. Su piel, se dijo a si mismo, era en extremo pálida. ¿Acaso estaba enfermo?

-¿No tienes miedo?-susurro de pronto sacando al chico de sus pensamientos.

-S-Si…-contesto. Después recordó por qué estaba ahí.- ¿D-Donde esta mi mamá?

-¿La consideras tu madre?

-Yo…

-¿Crees que, a como se porta ella… Puede ser llamada madre?

-Me dio la vida- contradijo el infante.- Me dio la vida, vivo con ella bajo el mismo techo así qu…

-¿Al menos te brinda el amor y el cariño que tanto has anhelado? ¿Acaso siente aquello que ves en películas? ¿Sientes su amor? ¿Su cariño? ¿Su comprensión?- dijo con voz dura.- Acaso… ¿Sientes que le importas?

Oh, había dado en el clavo, se dijo a sí mismo el niño. Sabía donde estaba la llaga y estaba colocando el dedo en la herida. Claro que no sentía nada de eso, es más no conocía el significado de todas esas palabras ni de los sentimientos que veía en televisión o leía en cuento y revistas.
Se quedo callado, afirmando todo lo que aquel extraño le había dicho con su silencio. El extraño solo asintió con la cabeza lentamente, el chico no comprendió esto y le miro con ojos vidriosos.

-¿Quién eres?-preguntó una vez más.

-¿Quieres saber donde está tu madre?

-No lo sé…-contesto en voz baja.

-Tu madre esta muerta.-soltó repentinamente.

Al escuchar aquellas palabras entro en un shock aunque, como había visto en muchas películas; no se sintió como los protagonistas: aterrado, triste, solo; melancólico… desgarrado. Al contrario, hasta cierto punto se sintió feliz.

-¿T-Tu la has matado?-pregunto temiendo la respuesta.

-Si.

-¿Por qué?

-Porque era mi trabajo.

-¿Ella te debía algo? ¿Hizo algo malo?

-No y Si.

-¿Me vas a matar?

-No.

-¿Por qué?

-No es mi trabajo...-dijo poniéndose de pie.-…Aun…

El chico miro la silueta y distinguió que era muy alta y esbelta, y por la complexión de la misma podía asegurar que era un hombre. Observo con cuidado con aquel hombre caminaba tranquilamente por la sala para llegar a la cocina, y en la barra dejo una manzana roja.

-Es hora de irme.

-¿Quién eres?

-Trata de vivir tu ida de ahora en adelante niño.-dijo ignorando su pregunta.- Qué puede pronto nos veamos.

-Gracias.-murmuro el niño con lágrimas.

-¿Por qué?-pregunto confundido él.

-Por haberme librado de esto.-confeso.- no soportaba esta vida que tenía con ella, si es que se le puede llamar vida.

-Ah…-no sabía que más decir.

Aquella silueta camino fuera de la cocina  y paso por un lado del chiquillo, esté quedo pasmado al tener en sus fosas nasales el intenso olor a incienso y flores. Aquel hombre abrío la puerta de la casa del chico, y antes de salir se giro, dejando ver sus cabellos negros y jamás dejando ver su misterioso rostro.

-Hey, niño…-le llamo.

-¿Mande?-levanto el rostro empapado de lagrimas.

-¿De verdad quieres saber quien soy?-pregunto en la puerta.


El niño solo asintió.

Pudo escuchar un ligero suspiro y algo similar a una risa.


-Muchos me temen, otros tantos me tienen respeto y unos cuantos más se hacen llamar “devotos fieles” Pero lo que solo en realidad sé, es que soy el encargado de llevarme las almas de este plano llamado Tierra…

-Perdona, pero… No entiendo.- confeso apenado el niño.

-…Soy odiado por aquellos que no quieren que acorte su vida; amado por otras tantos por librarles de un sufrimiento pero que son ignorantes de los que les depara después de conocerme…-ignoro una vez más al chico.- ¿Y como no temerme? Si soy yo el que les quita la vida. No tengo un nombre, pero aquí en tu mundo, muchos me conocen con diferentes apodos. Solo puedo decirte una palabra: Muerte.

-¿M-Muerte? –dijo con los ojos abiertos.
-Si, Soy la Muerte.

Dicho esto aquella silueta misteriosa camino fuera de la casa, cerrando tras sus espaldas la puerta de aquel pequeño departamento. Dejando dentro a un muy confundido, asustado y aliviado niño.

Cuando por fin pudo hacer procesado la información, no creía lo que había vivido. Y como si hubiera madurado de la noche a la mañana; dejando de ser un niño para convertirse en un hombre, aquel chiquillo de ojos avellanas y cabellos negros, sonrió.

-Te estaré esperando.- Finalizo.







13 de julio de 2012

Pensamientos Inocentes

Deja de mirar hacía atrás; lo único que debes de hacer ahora es mirar hacía adelante; seguir respirando, seguir viviendo; seguir sintiendo... Seguir disfrutando.

Canta tu canción.

Escucha tus latidos.

Nadie impide que sigas con tu camino; por más trabas que te ponga la vida, por más excusas absurdas que te de la sociedad; cree en ti y en las personas que te brindan apoyo con completa sinceridad.

¿Miedo? ¿Dolor? ¿Desconfianza?

Las personas buenas algunas veces necesitan de esto para poder seguir adelante, tener de donde tomar un conocimiento y poder así compartirlo con sus semejantes. ¿Porque tú? Esa es una buena pregunta. Muchas veces las personas en general se preguntan del porque les pasan estas cosas, del porqué son tan desafortunadas y situaciones similares; pero... ¿no se han preguntado que, quizás esto, solo es un escalón más hacía algo mejor?

Solo mira el cielo. Ahí encontrarás una respuesta. El día en el que te encuentres sola sabrás descubrir que la soledad es tu mejor compañera en momentos difíciles de tu vida.

Solo canta tu canción desde el fondo de tu corazón.

¿Ilusiones? ¿ Alucinaciones?


Solo son... Pensamientos Inocentes.

¿De quien?

De quien los está leyendo.